La picaresca no cesa y tenemos que reconocer que los españoles somos
muy dados a ella. Yo no sé si en algunos casos es por defraudar y buscarse un
ahorro, o simplemente por el gusto de correr la aventura de ver “si el invento
funciona”. Uno de estos inventos, del que les hablamos a ustedes en tiempos
pero que ahora se ha prodigado alarmantemente, es el de los trucajes de monedas
para las máquinas “tragaperras”. Suponemos que ello es debido a que las que se
han prodigado —también alarmantemente— son las “tragaperras”, con las que se
suele dar el dicho “de enero a enero es la ganancia es del banquero”, porque si
alguna vez alguno consigue uno de los premios que ofrecen, muchas otra veces
—la mayoría— la maquinita se queda con lo que echas.
El truco empleado ahora, y hasta “industrializado” según dicen, es que
a las monedas de cinco pesetas les suelen poner un arillo alrededor, de cobre,
con lo que se consigue la dimensión y el peso de las monedas de los cinco
duros, con lo que el negocio es redondo para el “defraudante”, que las
introduce en el monedero de cambio y consigue los cinco duros sueltos, por un
solo duro.
Esta forma de defraudar tiene alarmados los propietarios de máquinas automáticas,
hasta el punto de que, como se emplean mucho en las de sacar tabaco, la
decisión ha sido cerrar muchas de ellas y expender el tabaco en el mostrador;
pero en las otras, en las de juego, la lucha contra este fraude es más difícil,
porque si se clausura la máquina se acaba el negocio. Por otra parte, nos aseguran
que hay quien se dedica a estas transformaciones de los “duros” en cinco duros
y los venden, habiendo montado un “negocio” muy saneado… Aunque pensándolo
bien, suponemos que por la “transformación” se pagará algo más de las cinco
pesetas, ya que este es un “trabajo fino”, con lo que entre lo que pagas y a lo
que te expones acaban pagando más de los cinco duros que te ahorras, por lo que
volvemos a lo del principio: ¿Se hace este fraude por ahorro o por el gustillo
de la picaresca de hacerlo?... Porque muchos, aunque el duro trucado se lo
vendieran a cinco duros, serían capaz de pagarlos por “chinchar” al “tío de las
máquinas”… Y es que los españoles somos así, amigos.
Diario HOY, 27 de enero de 1982
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