Cuando yo era muchacho nos solíamos reunir en el “Rodeo” —que entonces
era más campo que ahora— los niños de las calles Hornos, Fuentenueva, Soledad,
Colón y alguna otra, para pelearnos a cantazos. No es que fuéramos enemigos,
sino que éste era un juego infantil más en el que, dejando aparte algunas
descalabraduras, a las que llamábamos “piteras”, lo pasábamos en grande. Los dos
más destacados “líderes” del grupo “echaban pie” e iban eligiendo por turno a
los contendientes para formar dos grupos. El único que se negaba a ser elegido
era Lucas, que se declaraba neutral, pero no es que Lucas fuera un “pacifista”,
sino que a Lucas le habían regalado un “casco de soldado”, de cartón piedra, y
una bocina de un viejo coche, de esas que dan dos vueltas, a la que había
quitado la pera de goma y la usaba como corneta, y quería lucir todo aquello.
Una vez que los dos grupos se “alineaban” para la pelea, Lucas se ponía en
medio y nos decía: “Que nadie lance una piedra hasta que yo toque la corneta,
como en las luchas legionarias.” Y, en efecto, nada más que Lucas había tocado
su corneta todas las piedras de los dos bandos caían sobre él, con el lógico
“jolgorio” de los dos grupos y la desesperación del propio Lucas que se
enroscaba en el suelo y al que no abrimos más de una vez la cabeza gracias al
casco de cartón-piedra. A Lucas se le pedía perdón, se le decía que no volvería
a suceder aquello, que no se le había entendido bien, y volvíamos a convencerlo
de que volviera a tocar la corneta entre los dos bandos, para volver a repetir
la faena y verle retorcerse en el suelo llamándonos de todo… y con razón.
Mientras le duró a Lucas el casco y la corneta no hubo forma de
convencerle de que fuera “contendiente” de uno de los dos bandos, ni hacerle
desistir de su protagonismo neutralista, ni de que dejara el casco y la
corneta, hasta el punto de que cuando ahora le veo, hecho ya una persona mayor,
recuerdo con él el caso y pienso que hasta vive de milagro… Es más, muchas
veces he pensado si, ahora que nuestras Cortes están decidiendo si entramos o
no en la OTAN, no están nuestros políticos jugando el mismo juego de “echar pie”
y elegir bando, y hasta si alguno de ellos piensa que es mejor calarse el casco
de cartón-piedra y hacer del “Lucas” de mis juegos infantiles…; y es que, oiga,
con como niños.
Diario HOY, 30 de octubre de 1981
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.