(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
Se dice que el motivo de tomar la decisión de que la línea férrea
Madrid-Lisboa pasara por Cáceres se debe a que aquí funcionaban las minas de
fosfatos de Aldea Moret y a esta empresa —que fue una de las más importantes de
su tiempo— le interesó tener cerca un ferrocarril para sacar sus productos y
presionó para que la línea —al menos con una “vía término”— pasara por su
suelo. Decimos esto ya que ahora se celebra el centenario de la inauguración de
la línea, pero hay una serie de curiosidades que aún figuran en la ciudad y que
quedaron en ella a partir de la visita que el rey Alfonso XII hizo para la
inauguración —en compañía del rey portugués, Luis I— de mencionado ferrocarril.
Nuestro rey se alojó en el Ayuntamiento, donde hubo que prepararle
cámara y despacho para los días que estuvo entre nosotros, y algunos de los
objetos que para aquella solemnidad se trajeron aún figuran en nuestro
municipio, aunque muchos cacereños desconocen este origen. Precisamente, porque
les puede ser curioso este conocimiento, ayer, en compañía del alcalde don
Manuel Domínguez, hemos rememorado algunas de las cosas que se saben
ciertamente tuvieron ese origen, aunque habrá algunas otras cuyo origen es
dudoso o que desaparecieron. Aparte del regalo que nos hizo designándonos
ciudad, por equivocación y del que ya
hemos hablado, quedaron aquí otros objetos de valor como pueden ser las cuatro
arañas, o lámparas, que figuran en el salón de actos y que cada una debe costar
hoy más del millón de pesetas; la mesa de despacho que hoy utiliza el alcalde
fue la que se trajo para montar el despacho del rey y quedó aquí, aunque muy
pocos conocen este origen; pero entre los objetos más curiosos que se conservan
de aquel entonces, existe uno que cualquiera que lo vea puede tomarlo por una
artística sopera, pero en realidad es un orinal que se trajo para la alcoba del
rey. Se trata de una pieza de cerámica decorada con artísticos tulipanes, con
tapadera y asas, de fina estampa que hasta en alguna ocasión, adornada con un
ramo de flores, ha servido como centro de mesa.
Puede que sea un pieza única, su material es como de loza de “Limoges”
o de cerámica muy fina, y ningún cacereño diría que aquello es una vica —empleando
el argot local con que aquí se designan estas cosas—. Lo que nadie puede hoy
día asegurar es si el rey hizo o no “pis” en ella; quede eso como enigma
histórico, pero lo que si decimos es que este adminículo, por lo curioso,
debería figurar en algún museo municipal que podría montarse... ¿A que ustedes
no lo sabían?
Diario HOY, 10 de octubre de 1981
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