Dice el doctor Barnard, respondiendo a una pregunta que le realizaron
en una entrevista, que el cuerpo humano está hecho para vivir alrededor de cien
años, aunque algunos no lleguen —la mayoría— y pocos rebasen esa edad.
Partiendo de esta teoría yo me imagino que a cada uno nos dan un
cuerpo, que es algo así como un vehículo que sabe le va a durar los cien años, mal
contados, dependiendo todo de la “conducción” que haga el mismo —si seguimos el
símil del vehículo— del “rodaje” inicial, de los “engrases” y “revisiones” y,
sobre todo, de no forzar la marcha del mismo, cuidándole al máximo, porque hasta ahora son pocas las “piezas de
recambio” que se nos pueden injertar y no está muy resuelto dicho
“entretenimiento” y sus propios resultados, como sabe muy bien el doctor
Barnard.
Poéticamente, ya lo había dicho hace muchos años Rubén Darío en un
poema titulado “La página blanca”, en el que compara la vida de cada hombre a
la de una caravana de camellos que atraviesa esa página, que sería la vida y se
duele diciendo: “¡Y como se quiere que vayan ligeros, los tardos camellos de la
caravana…!”, porque en definitiva cada cual es muy dueño de quemar su vida —el
vehículo de su cuerpo— acelerándole demasiado, en la creencia de que es eterno,
aunque sólo “tiene cuerda para cien años”.
Pero qué duda cabe que a veces no es sólo el responsable del mal
resultado del vehículo el propio conductor. Unos “coches” salen buenos y otros
malos, aun siendo de la misma “marca”, y
por otro lado, está el entorno —lo que pudiéramos llamar el tráfico— que puede
maltratarte tu vehículo sin que tú seas el responsable de ello… Se trata sólo
de la suerte, y también de los excesos: el alcohol, la mala vida, la droga…
todas esas cosas que suponen “forzar el motor” y en las que no solemos pensar
más que cuando comienza a fallarnos “el carburador”, “el embrague” o cualquier
otra pieza de las esenciales.
Y puestos ya a meditar, es justo también que pensemos en los señuelos
que nos pone a cada paso la “sociedad de
consumo” que en muchos casos atenta también contra “nuestro vehículo”
haciéndonos forzar la maquinaria…
Es, si ustedes quieren, un punto de meditación sin mayor trascendencia
aunque tenga más de la que parece… y perdonen que hoy nos pongamos serios.
Diario HOY, 17 de diciembre de 1981
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