La política es una cosa tan seria que no debería dejarse en mano de
los políticos. Esto se dijo de la guerra y los militares y hasta podríamos
decirlo del gobierno y los gobernantes… En fin, que cuando uno piensa en estas
cosas y en los que viven de ellas hay que decir como mi amigo Juan: “A mi que
me dejen con mi caza, mis “chatos” de vez en cuando… y vivir tranquilamente y
ellos que sigan con sus enredos..” Claro ejemplo del divorcio del hombre del
pueblo y del propio pueblo con el “rollo” de los políticos, los gobernantes y
“compañeros mártires”… Yo no sé si el divorcio este cabe en esa ley aprobada y
si los que “abandonaron el hogar conyugal” fueron los políticos o fue el pueblo
el que, harto ya, pegó el portazo de su atención y se largó. Lo que pasa es que
de vez en cuanto a uno le hace gracia determinado acuerdo, alguna decisión, que
parece más de chiste que otra cosa.
Tampoco sé si ustedes recuerdan el viejo chiste de Otto y Fritz en el
que éste dice al primero:
— Otto,
tu mujer te engaña. Yo la he visto hacer el amor en el sofá que tienes en el
recibidor.
— Gracias,
Fritz —dice Otto—. Lo sospechaba y habré de arreglar esto de una vez para
siempre.
Pasa algún tiempo, vuelven a verse ambos amigos y surge la pregunta:
—Otto,
¿arreglaste lo de tu mujer…?
—Sí,
Fritz, lo arreglé definitivamente.
—¿Y qué
has hecho?
—¡He
vendido el sofá del recibidor!
Pues bien, aunque las comparaciones sean odiosas, a mi esa decisión
del Gobierno de no volver a autorizar ninguna manifestación en la Plaza de Oriente
me ha recordado, no sé por qué, el viejo chiste de Otto y Fritz… Ustedes me
dirán por qué me han surgido estas asociaciones de ideas.
Diario HOY, 1 de diciembre de 1981
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