Vamos a continuar hoy con nuestro “callejero” ofreciendo a los
cacereños la razón y motivo de los nombres de algunas de nuestras calles. Hoy
hemos parado mientes en la calle: “Adarve del Obispo Álvarez de Castro”, que es
la que desde el Arco de la Estrella va hacia el Palacio de Moctezuma. ¿Quién
fue este obispo? Pues bien, para saberlo hemos tomado datos del “Episcopologio
Cauriense”, del fallecido investigador que fue don Miguel Ángel Orti Belmonte.
Este obispo fue un mártir español de la guerra de la Independencia contra los
franceses.
Don Juan Álvarez de Castro, obispo de Coria, tuvo su “reinado”
episcopal entre los años 1790 a 1809, fecha en que murió asesinado por las
tropas de invasión napoleónicas que mandaba el mariscal Soult, duque de
Dalmacia, que invadió la tierras de Extremadura al frente de un cuerpo de
ejército de 50.000 hombres.
El obispo era ya muy anciano, contaba con 84 años y hasta se había
retirado a Hoyos, aunque desde allí, y a pesar de sus muchas dolencias, seguía
gobernando la diócesis. Visto los destrozos y saqueos que las tropas francesas
hacían en las iglesias, robando los objetos de culto y matando a fieles y sacerdotes,
publicó diversas pastorales que prácticamente levantaron a Extremadura contra
la causa napoleónica y contra los endiosados invasores que no respetaban vidas,
haciendas ni creencias. Ello suscitó la malquerencia de los franceses, que ya
en ocasión anterior le buscaron en Hoyos, aunque pudo escapar huyendo al campo
aún a pesar de sus achaques y enfermedades.
Cuando bajó a Extremadura el mariscal Soult, tomando Baños de
Montemayor, Plasencia y Coria, y sus correrías fueron sangrientas para los
fieles y para el pueblo español, el obispo estaba en Hoyos y no se atrevió a
huir por sus muchos achaques. Era el 13 de agosto de 1809 y se cuenta que
un “judas”, un español afrancesado (en
nuestra tierra de héroes y conquistadores, como contrapunto, los ha habido
siempre, y si no recordemos a Audas, Ditalco y Minuro, que vendieron a su jefe,
Viriato) delató a los franceses que el obispo estaba en Hoyos. Lo tomaron
prisionero y lo llevaron a Coria, donde en el propio palacio, y entre otros
muchos españoles, le sacaron de la cama, y como no podía estar de pie, en el
mismo suelo le dispararon dos tiros de fusil que acabaron con la vida del
anciano.
Los franceses abandonaron Coria el 7 de octubre, tras saquearla e
incendiarla, y lo único que se sabe es que se le enterró en la Catedral, pero
sin saber exactamente en qué sitio. Bien merece el santo obispo esa calle
cacereña.
Diario HOY, 22 de diciembre de 1981
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