(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
En Cáceres, y pienso que en casi ninguna capital de España, no existe
un callejero explicativo del nombre de las calles y uno pasa sus apuros cuando
los niños, los menos niños y algún forastero, te lanza, como un dardo la
pregunta: ¿y por qué esta calle se llama así, quién fue Gil Cordero, o Antonio
Hurtado, o Sergio Sánchez, o Rodríguez Moñino?..., o tantos otros personajes
que tienen dado su nombre a nuestras calles. Pienso por ello que los
ayuntamientos deberían tener un callejero, con alguna breve explicación a estos
nombres que sirvieran de ilustración para el vecino.
En algún caso se ha intentado hacerlo sobre las mismas placas
nominativas y creo que en la ciudad hermana de Badajoz se hizo, pero se caía en
redundancias.
En fin, nuestro Ayuntamiento, el de Cáceres, que tiene tantas calles
con nombres de personajes, podría intentar publicar un callejero con algunas de
esas explicaciones. Pero mientras esto sucede, intentaremos desde aquí tratar
de aclarar lo que buenamente sepamos a los curiosos. Comenzaremos por la calle
de nuestra redacción, la de Gómez Becerra. ¿Quién fue Gómez Becerra?:
Don Álvaro Gómez Becerra fue un ilustre cacereño que, siendo hijo de
un carretero, criado de don Gonzalo María de Ulloa, logró que esta ilustre
familia le becara y realizó brillantemente la carrera de Leyes, llegando a ser
presidente de las Cortes de su época (1836) y del Consejo de Ministros. Antes
ocupó diversos cargos en nuestra ciudad, entre ellos el de corregidor o
alcalde, precisamente en los tiempos azarosos de la Guerra de la Independencia,
sabiéndosela “jugar” por sus paisanos y por su pueblo y no olvidando nunca su
origen humilde, hasta el punto que, por oponerse a los desmanes que en nuestra
ciudad hacían las tropas francesas, estuvo dos veces a punto de ser fusilado —una
de ellas ya delante del pelotón de fusilamiento y con los ojos vendados—. Fue
jefe político de Cáceres, Badajoz y Toledo; regente de la Audiencia de Aragón;
magistrado del Tribunal Supremo; diputado a Cortes, Senador electivo y luego
vitalicio y ministro de Justicia y Gobernación, entre otros cargos. Fue hombre
de vida ejemplar y defensor acérrimo del pueblo, que antepuso su amor a Cáceres
a su propia vida o a su “sillón”. Vamos un ejemplo para nuestros actuales
políticos.
Diario HOY, 29 de octubre de 1981
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