domingo, 30 de julio de 2017

El "paseo de Ibarrola"

Como tantas otras cosas en Cáceres, el Paseo Alto tiene un nombre antiguo y otro moderno —aunque no sea tan moderno—. Porque, si no lo saben ustedes, el nombre “oficial” del Paseo Alto, aunque todos sigamos llamándole Paseo Alto, es “Paseo de Ibarrola”.
Sucede aquí, y yo creo que en todos lados, que contra lo popular no puede irse, y que si a una calle el pueblo la nombra de un modo, no sirve el que oficialmente nos empeñemos en nominarla de otro, porque el nombre no arraigará. Yo no sé si la célebre y típica “calle Caleros” ha tenido algún otro nombre, pero de  nada hubiera valido ponérselo, porque para todos los cacereños seguirá siendo la “Calle Caleros, como seguirá siendo “Calle Pintores” la de los comercios de Cáceres, aunque se haya llamado de infinidad de modos entre los que recordamos: Alfonso XIII y Generalísimo Franco, que es como oficialmente se llama ahora, pero para Cáceres seguirá siendo Pintores, que por cierto es una designación tan antigua que cuando llegó Felipe II a nuestra villa camino de Portugal la crónica dice que entró en ella, montado en una mula por la calle de Pintores… Pero no es éste el caso.
El caso es que el jurista y hombre popular que fue en Cáceres don José de Ibarrola, siendo ya anciano gustaba de ir a pasear —y tomar aire puro— al Paseo Alto y se dice que no faltaba un día a él, lloviera o tronara, por lo que un ayuntamiento de aquel entonces, antes de morir Ibarrola, nominó este paseo con su apellido, en un homenaje al que había sido destacado jurisconsulto y amenísimo y festivo escritor entre otras cosas. Por cierto, Ibarrola, del que en tradición oral se conservan cantares y versos ingeniosos, publicó poco, al menos firmado. Sé que fue director de la revista literaria “Cristal”, colaboró en otras publicaciones, pero libros sólo le conozco uno al que por su largo título todo el mundo le llama simplemente “El libro de Ibarrola” y en él se contienen, narrados con soltura y amenidad, casos jurídicos y literarios de gran garra. La lástima es que no se hayan conservado sus “chascarrillos”, que hacía en verso para una tertulia a la que asistía en la botica de Boaciña, pero se dice que “como se metía” —con salero— con el todo Cáceres de aquel entonces, él tenía buen cuidado de, tras leerlos a los contertulios, hacerlos añicos y guardárselos en un bolsillo, no fuera a ser que los publicaran, creándole incomodidades.
Diario HOY, 23 de enero de 1982

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