(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
Aunque ya la moda va remitiendo algo, en algún tiempo existió la manía
de suponer mejor todo lo extranjero —o lo que tenía nombre extranjero— que lo
nacional. Cierto que en muchos aspectos las cosas eran así, pero en otros no,
como por ejemplo en marcas de bebidas o tabacos en los que, excepto la marca,
el producto era nacional, hecho y empaquetado en España.
Pero donde esa manía sigue privando es en el nombre de bares y
cafeterías que parecen ser más frecuentadas si llevan el nombre extranjero. La
cosa comenzó con las “barras americanas”,
“bares americanos” o los “pubs” que siguen estando en primera
línea de la nominación de estos establecimientos, dándose el caso curioso de
que en Inglaterra, de donde muchos de estos nombres —como el de “pub”— proceden, quizás por
contraposición, se los llama por el más español o latino de tabernas. O sea que
hay un trasvase de términos; mientras allí extranjerizan con el nombre español
clásico sus bares, aquí los extranjerizamos con el nombre inglés.
A nivel local también la cosa es así. Yo no sé cuantos “pubs” habrá en Cáceres, más o menos
sofisticados, que podrían muy bien llevar el nombre, clásico de “tabernas”, porque la fama no la da el
nombre, sino la aceptación popular y los productos que en ellos se expenden.
Hablando de esto con algún cacereño clásico, recordábamos los nombres populares
y famosos de tabernas cacereñas que fueron de lo más frecuentado en Cáceres.
Sin remontarnos a tiempos tan antiguos como el de “la taberna de la puñalá”, que yo no conocí, podríamos citar entre
las más famosas, posteriormente, “La de
Jerte”, en la calle Pintores; la de “María
Solana”, en la de Paneras; “El Sordo”
o “La Catalana”, en la calle Cortés.
En esta última era típico tomarse las pistolas, que eran botellitas de un
cuarto de litro de vino, que tenían gran predicamento entre la clase
proletaria. La “del Maleno”, que
todavía existe; la de “Patete”, o “Leoncio” con fama de buenas tapas; la de
“Caralápiz”... y tantas otras que
fueron un rosario de buenos “abrevaderos”, sin recurrir a nombres
extranjerizantes. Entre las últimas, frecuentada por los bebedores de corbata,
de los que hay muchos, recordamos “La
Universidad”, en la Corredera de San Juan, que tenía estimable clientela y
regía, como un pontífice vinatero, don Luis. Como ven, no alcanzaron más que el
calificativo de tabernas y una buena fama que quisieran para sí muchos de los “pub” que ahora tenemos.
Diario HOY, 22 de noviembre de 1981
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