Yo procedo de una familia de cazadores que durante generaciones han
tenido esta afición de la caza, lo que quiere decir que aún no siendo yo buen
cazador comprendo la necesidad que el hombre tiene de cazar, porque la caza
—para el que la siente, que no es siempre el que mejor caza— es un “ancestro”,
no una afición o un deporte y esto no lo digo yo sino Ortega y Gasset que
también se paró a pensar en estas cosas. Se trata de la necesidad que algunos
hombres —el cazador— tiene de vez en cuando de imbuirse en la Naturaleza y
“medirse” con ella a través de las especies de caza que la forman. No es tanto
el matar, como la posibilidad de haberlo hecho. Esto no lo entienden los no
aficionados; entre los que se cuentan también muchos que salen al campo con
escopeta y que orientan la caza como un “tiro al blanco”, más que como ese
juego ancestral de perseguir la pieza, ver su rastro, saberla esperar,
sorprenderla, saber sus costumbres y hasta darle ocasión de “defenderse” si es
que resulta “más lista” que nosotros y, sobre todo, amar estas especies que
siendo “oponentes” en el juego no son enemigas nuestras. No se trata por tanto
de matarlo todo, sino de realizar el “juego” atendiendo a unas normas que uno
mismo —el cazador en este caso— se autoimpone.
Esto no lo entienden muchos que se dicen cazadores, y que hasta
escriben de la caza. En este aspecto, me hace gracia el que en cada salida de
veda hay quienes públicamente se “rasgan las vestiduras” para pedir que la veda
no salga, que las especies van a desaparecer con ello, etc. Por esa misma
afición generacional de que hablo al principio, tengo una serie de colecciones
de revistas de caza, heredadas, que enfocan muchos aspectos de ella desde
comienzos del siglo XIX y la constante de estos “agoreros”, es la misma. Una de
ellas, de principios del siglo mencionado cuando todavía se utilizaban las
escopetas de chispa y cargadas por la boca, hacía la petición de que se
suprimieran las nuevas escopetas de pistón —que acababan de aparecer— porque a juicio
del autor del escrito, si el tiro podía salir de la escopeta siempre, las
especies acabarían desapareciendo… y no ha sucedido eso, sino que las especies
han creado otras defensas para protegerse y la caza, más o menos, continúa
igual. Una cosa es pedir que se apliquen la normas y otras el suprimir el
ejercicio de la caza, que sería tanto como pedir que se suprimiera el fútbol,
porque el balón sufre por cada patada que le das Cada afición tiene su pro y su
contra y lo que hace falta es que el aficionado juegue limpio y las normas se
cumplan. Y tras ello, desear un buen día de caza a los aficionados.
Diario HOY, 11 de octubre de 1981
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