miércoles, 19 de julio de 2017

Un viejo ejemplo, digno de imitarse


Visitando recientemente Venecia, sin duda una de las ciudades más bellas del mundo, muy digna de ser visitada, nos producían gran asombro, no ya sus edificios que son dignos de una República que en muchos años, y desde el siglo XIV, llevó un protagonismo mundial y fue un emporio de riquezas, sino la organización de sus hombres y de su política, tan avanzada en su tiempo, que trajo como consecuencia todo lo que en sus momentos y en su propia historia llega ahora a asombrarnos.
Tuvimos la suerte de tener un “guía” verdaderamente conocedor de toda la organización interna y política de lo que fue el Consejo Ducal que rigió aquel estado durante siglos y que nos hizo ver que se montó todo aquello como una verdadera democracia, única para su tiempo, en la que e “Dux” —presidente y cabeza del Estado— tenía unos poderes moderados por una serie de diversos consejos que eran los que decidían la política interior, la exterior e impartían justicia. Tanto en la sala del “Consejo de los Diez”, que era el verdadero tribunal de justicia, como en la sala del amplio Consejo de Venecia, que hacía las leyes y dirigía la política, los cargos eran elegidos entre las familias nobles de Venecia, pero con unas obligaciones que se cumplían estrictamente.
No puedo recordar, así de memoria, todos los aspectos que nuestro “guía” nos recalcó en la visita, pero sí recuerdo uno que me llamó la atención. Los consejeros tenían la obligación de asistir diariamente a las reuniones del Consejo, siendo también obligado el “firmar” (como decimos ahora) tanto a la entrada como a la salida y justificar también el domingo, tras la misa mayor, y permanecían reunidos hasta el mediodía, hora en que se abrían las puertas y quedaban libres para dedicarse a sus propios asuntos. La no asistencia era motivo de una fuerte sanción para el que había faltado, y en alguna ocasión de reiteración o falta no justificada, se podría hasta despojar de todos sus bienes al consejero como, al parecer, ocurrió algunas veces.
Esto, según nuestro “guía”, trajo como consecuencia el peso específico mundial que la política de Venecia tuvo durante siglos… Escuchándole pensaba yo en los muchos huecos que en el parlamento español actual vemos cuando, de tarde en tarde, se televisaban sus reuniones, en las ausencias de las votaciones, etc. etc… y me decía: “así nos luce el pelo”.
Diario HOY, 31 de octubre de 1981

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