Hubo en Cáceres un rico hacendado ya hace tiempo, cuyo nombre no hace
al caso, que, como no tenía nada que hacer sino vivir de las rentas (sin gastar
mucho porque era muy “gorruña”), que se dedicó a las elucubraciones mentales
creando lo que él llamaba su “filosofía balconera”, que explicaba con todo lujo
de detalles en las reuniones de sociedad que se hacían en el Cáceres de
primeros de siglo. Lo explicaba uniendo la acción a la palabra en cualquier
balcón que tenía a mano. Nuestro rico hacendado salía al balcón y se acodaba en
la barandilla diciendo: “¿No veis? Si hago esto me ven y veo.” A continuación
se ponía de espaldas en el mismo balcón y agregaba: “Ahora me ven y no veo. “Seguidamente
entraba dentro del balcón, cerraba las puertas y miraba a través de una “rendija”
para asegurar: “Ahora veo y no me ven”, y finalizaba su lección entrándose dentro
de la casa y cerrando el balcón para afirmar: “Así, ni me ven ni veo.”
Aunque esto parezca una
tontería con la que han reído muchos cacereños que conocieron al mencionado
prócer, no lo es tanto si lo aplicamos a
la política, porque hay muchos de nuestros representantes que en la práctica
hacen lo mismo: salir de espaldas al balcón, olvidándose de lo que prometieron
a sus electores y como diciendo: “Me ven y no veo.” Otros, una vez elegidos,
cierran el balcón, disfrutan ricamente de la prebenda y dicen: “Ni me ven ni
veo”, siendo muy pocos los que aguantan en el balcón para mantener eso de “me
ven y veo.” En cambio, son muchos los políticos “cucos” y espabilados que miran
por un agujero para poner en práctica lo del “veo y no me ven”. O sea, que la
“filosofía balconera” del hombre de mi cuento sigue vigente en nuestra política
y muchos de los que les “subimos al balcón” nos quedamos con las ganas de que
nos mire y nos atienda, con lo que si el “salir al balcón” da dinero, el engaño
es total. Ustedes me entienden.
Sirva mi cuento como un “¡hasta luego!” porque yo voy a hacer —sólo de
momento—lo mismo con la “ventana”, que la cerraré y “ni me verán ni los veré”…,
pero volveremos a vernos, ¡qué duda cabe! Todo radicará en que Dios nos dé
salud para seguir con el “rollo”. Chao.
Diario HOY, 10 de septiembre de 1981
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