Narciso Ibáñez, al presentar la película de miedo de la televisión del
pasado lunes, esa que trataba de un “Fotógrafo asesino”, se quejaba de la mala
traducción que se había hecho del título original, que en inglés era:
“Peeping-Tom” (pronunciado “pipin-ton”) cuya traducción, al pie de la letra,
sería: “Tom, el mirón”, para referirse a los “mirones” que siguen a las parejas
o que miran las cosas de cierto tinte sexual, para cuyos mirones —según decía—
no hay palabra en castellano, por lo que se optó por traducirlo como “El fotógrafo
del terror”. Realmente a esos “mirones”, vulgarmente aquí se los llama “gatos”,
aunque la verdad tampoco esa palabra tiene los tintes de regusto erótico que
tiene la palabra inglesa. De ahí lo difícil que es traducir el sentido de unos
idiomas a otros.
Pero tomando pie de esto, tenemos que decir que en nuestro idioma hay
muchas palabras que tienen más amplio sentido que las que ahora empleamos, para
infinidad de cosas o usos, que hemos venido desterrando, sin motivo, y sustituyendo
por otras palabras que dicen menos, o por frases más complicadas para también
decir menos de lo que decía la palabra desterrada, muchas veces por tontería o
moda. A este respecto y como ejemplo se me ocurre, la sustitución de la palabra
“maestro”, por la frase de “Profesor de EGB”, que dice bastante menos que la
palabra original “desterrada”. Otra podría ser la de “practicante” por “Ayudante
Técnico Sanitario”, frase complicada y menos bonita que la palabra a la que ha
venido a sustituir. En fin, que a mi modo de ver, estamos destrozando nuestro
propio idioma por pura “sofisticación”, generalización, o tontería. Traducido
esto al idioma local o cacereño, se nos ocurren dos vocablos a los que se ha
hecho muy mala sustitución, por otros que dicen bastante menos. En Cáceres, de
siempre, se empleaba la palabra “morador” para designar al que vive en tu
propio inmueble, diferenciándolo de “vecinos” que es el que vive en el inmueble
de al lado. Pues bien, ahora se llama “vecinos” a todos y no existe la diferencia
que establecía el bello vocablo “morador”.
Igual podríamos decir de la palabra “celador”, sustituida por “policía
municipal”, frase que concreta menos aunque venga a decir lo mismo. Los “celadores”
eran las “personas destinadas por la autoridad para ejercer vigilancia” y también:
“los que procuran con particular cuidado el cumplimiento y observancia de las
leyes, estatutos y otros encargos”… Esto es, si ustedes quieren, un hablar por
hablar, pero ¿estamos o no destrozando el idioma?
Diario HOY, 28 de octubre de 1981
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