(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
Tanta agua pedimos que nos mandaron una tromba de ella. Lo malo es que
nosotros no la queríamos de golpe y, como las cosas son como son, seguro que no
nos entendieron y nos la mandaron toda en una noche.
Ya les conté en una ocasión lo que suele pasar con el Jefe de las
Nubes, que hay en esos cielos de Dios, y parecer ser que ahora sucedió lo
mismo.
Cuando las nubes van regresando a su almacén, el Jefe de las Nubes las
reúne y comienza a preguntarles, una por una, dónde vertieron su lluvia, y
suele suceder que las nubes van citando todas las regiones españolas, pero no
citan la provincia de Cáceres, por lo que el Jefe, muy indignado, les dice:
— ¡Pero qué es esto! ¿Nadie se acordó de Cáceres? Pues ahora mismo
vais todas a cumplir con los cacereños...
Y como una sola, todas las nubes nos descargaron el resto del agua que
les sobraba porque, oiga, 90 litros por metro cuadrado en sólo 12 horas tiene
que ser por algo así como lo contamos... Mucho quejarnos por la sequía, y casi
en un día podemos beber de pie.
Pero lo que a la gente peor le ha sentado ha sido el fuerte viento,
desacostumbrado por Cáceres. Algunos, a cuenta de él, recordaron el llamado día
del huracán, que también afectó a Cáceres en el año 1941 y en el que hubo una
serie de desperfectos en numerosísimos inmuebles, vuelo de tejados y
marquesinas, árboles arrancados de cuajo, y hasta algunos heridos por
arrastrarlos el viento y hacerlos chocar contra las casas. Yo recuerdo que esto
sucedió en la misma capital, donde a alguna anciana la fuerza del viento la
estrelló, en la calle Defensores del Alcázar, contra la pared de la Telefónica.
Este fue uno de los puntos más batidos por el aire, y hasta recuerdo que, como
fue de día, muchos niños cacereños “jugaban” en esa calle, saliendo al medio de
ella para que el viento se los llevara... Inconsciencias de los pocos años.
Pero hay que decir que entre aquel huracán, que hizo sin duda enormes
destrozos, y el ocurrido en la noche del 29 al 30, ha habido diferencias
grandes, aunque quizás en este último hayan quedado más familias sin hogar que
en el de entonces. La diferencia fue que aquél ocurrió de día y no vino
acompañado de la tromba de agua que ha venido con éste último. Posiblemente el viento
en sí tuvo más fuerza, pero en este de ahora, el viento y el agua unidos han
causado más destrozos y miedos a todos. Esperemos que siga el agua, pero
mansamente.
Diario HOY, 2 de enero de 1982
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