Yo no quisiera ofender a nadie al decir lo que voy a decir, porque no
se trata más que de una apreciación muy particular que suelen suscitarme esas
luchas intestinas que tienen nuestros políticos regionales, cuando hay algo que
repartirse, sea para ellos o sea para la provincia a que representan o para la
región que dicen quieren hacer entre todos y con el concurso del pueblo. La
verdad es que a mi —y dicho sea con todos los respetos— esos guirigáis que
arman para todo, me recuerdan los monos de la jaula del zoo que había, cuando
éste estaba situado en el Retiro de Madrid, y yo me pasaba grandes ratos
viéndolos ir y venir, reñir por todo, pelearse por la comida, saltar, brincar,
andar por los aires dando volatines y no ponerse de acuerdo para nada… creo que
el símil es tan válido que me imagino Extremadura, como una gran jaula de
monos, donde se ha hecho una división intermedia con una simple tela metálica y
cuando ésta trata de levantarse un poco, dos o tres monos de un lado se pasan
al otro, o viceversa, y comienzan a quitarse cosas, revolverlo todo y correr de
un lado para otro dando gritos y persiguiéndose por la jaula, mientras los
espectadores —que podríamos ser todos los extremeños— o nos reímos o lloramos…
según nos de.
Los monos-políticos tratan de arrebatarse sus sillones, invaden unos
los comederos de los otros, chillan como grajos, se atacan, se empujan y hacen mil
“monerías” que suelen agudizarse si dentro de la jaula se coloca una piña de
plátanos. Entonces la lucha es mucho mayor y el que más y el que menos trata o
de llevarse la piña completa para su sector o al menos arrebatar todos los
plátanos que puede de ella, mientras es perseguido por los menos afortunados
que, mientras luchan con ellos, acaban perdiendo los pocos plátanos que en la
piña estaban destinados para ellos.
Recuerdo que cuando uno quería reírse, aún más, solía meter unas
cuantas moscas vivas en un paquete de cacahuetes y lo tiraba en medio de la
jaula. Entonces, todos los monos se dirigían hacia él y el más afortunado, el
que lograba el paquete —un poco mosca— solía sonárselo al oído, para tirarlo y correr
dando gritos por la jaula. Cundía el pánico y se iniciaba la desbandada, con el
regocijo de los mirones, y uno pensaba que el único que podría poner coto a aquello
había de ser el propio Tarzán… Pero, oiga, ¿dónde encontramos un Tarzán para
Extremadura?
Diario HOY, 29 de noviembre de 1981
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