Después de lo que pasó en el último pleno municipal con la Comisión de
Cultura al tratar de imponerles nombres de mares y océanos, a los alrededores de la Charca Musia, uno no
se atreve a opinar. Los socialistas los tildaron de faltos de imaginación y,
aunque se salieron con la suya los de la comisión, hay que estimar que los
nombres son excesivos. Eso de que un vecino de aquellas calles te pueda decir:
“Pues ya sabe, Fulano de Tal, en el Mar Muerto, número tres tiene usted su
casa”… Lo menos que se piensa es que se trata del propio Neptuno, vestido de
paisano… Esto aparte de que no siendo aquellas humildes alineaciones de dos o
tres casas todavía calles reconocidas —en muchos de los casos— es excesivo
ponerle nombres tan rimbombantes. Yo, pensando que en las inmediaciones viven
“calés”, todos ellos simpáticos y populares vecinos, hubiera preferido que los
nombres de sus calles fueran los de sus propios motes familiares, o de
personajes populares, como podría ser: “Calle del Alfiler”, “Calle de
Chorrojumo”, o “Del Caracabra”, o del “Bocatique”, o del “Zacarías”… nombres
que hubieran ido más en consonancia con el objeto. Es más, si para facilidad de
los carteros se hacía, podría haberse empleado el método que se empleó en Nueva
York, poner a las que van en un sentido, calle número tal, y a las que van en
otro, avenida número cual, con lo que el sistema es impersonal y más sencillo
para el que busca unas señas. De todos modos, el recurrir a los mares más
caudalosos, en los alrededores de una charca medio seca y en tiempo de sequía,
suena a “pitorreo” de la comisión y no es raro que se provocaran las risas de
los asistentes al pleno. Cierto que en otros grupos de viviendas alejadas del
centro se han empleado nombres de plantas, flores, pájaros, pintores, batallas,
etcétera, y que en ese sentido el callejero cacereño está casi agotado, pero
puestos a rebuscar, podrían haberse elegido nombres de personajes de “TBO” o de
aventuras infantiles, como: “Calle de Mortadelo”, “de Filemón”, “de Rompetechos”,
“de Don Pío”, “del Pato Donald”, “del Supermán”, “del hombre Araña”, etcétera,
cosa que al menos era más imaginativa y sobre todo apartada del aspecto político,
con lo que no se corre el peligro de revancha posterior, de otros ayuntamientos
de signo contrario, de lo que pueda servir como ejemplo el que los comunistas
traten de quitar del callejero los nombres de la época franquista… Ya ve usted
qué sencillo, y qué poco complicado para el futuro.
Diario HOY, 12 de noviembre de 1981
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