(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
Puestos a recordar los tipos populares y famosos que hubo en este
Cáceres nuestro, el otro día recordaban conmigo unos amigos, a una pareja que
pasó al mundillo de la pequeña historia local, con ambos nombres unidos y
enlazados, como lo hicieron a la gran historia Romeo y Julieta o Sansón y
Dalila. No es que ellos fueran tan amorosos, pero sí que lucharon juntos en la
vida y unidos —creemos que en santo y feliz matrimonio— convivieron con
nuestros convecinos, que los conocieron como “el Radical” y “la Caya”.
Yo tengo que confesar que no conocí nunca el nombre del primero, y
tampoco el apellido de ella, porque para todos eran simplemente “el Radical” y
“la Caya”, aunque parece ser que el mote de él venía de que había sido vendedor
de periódicos —cuando éstos se voceaban por la calle— y el primero que vendió
de éstos era “El Radical” y a fuerza de pregonarlo fue él el que se quedó con
“Radical”, por cuyo nombre atendía sin ofenderse por ello. Cuando yo le conocí,
siendo niño, eran ya otros los periódicos que vendía entre ellos y con
preferencia nuestro colega Extremadura, y son numerosísimas las bromas y
anécdotas que de él se cuentan, porque aunque vendía prensa no sabía leer y
tenía que recurrir a algún “amigo” para que le dijera cual era la noticia más
importante del día que traía el periódico. Y como los hay con mucha guasa, no
le informaban siempre fidedignamente, y así se le oía pregonar cosas como esta:
“El diario —el que fuera—, con las últimas noticias: un hombre atropellado por
una máquina de escribir...” Broma que en un cierto modo le hacía vender más
periódicos por lo que él, que era de buena pasta, no se ofendía con nadie.
Era hombre que trabajar era lo único que sabía hacer, sin fijarse para
nada en lo que sucedía a su alrededor, y en este aspecto yo recuerdo que el
mismo día que bombardearon Cáceres unos aviones republicanos y hubo un montón
de vecinos muertos y heridos a consecuencia de aquello, mientras los demás se
condolían con lo que había pasado y trataban de ayudar, cruzó “el Radical” por
todo aquel maremagnum pregonando lotería —que era lo que vendía en aquel
entonces—, pero sin enterarse de nada de lo que sucedía alrededor. Últimamente
vendió jabón, cuchillas de afeitar y velas, y en las mismas procesiones ofrecía
éstas últimas, con un reiterativo pregón que hasta tapaba los rezos. Después
desapareció de Cáceres, igual que llegó, sin que nadie sepa dónde ha ido.
Diario HOY, 9 de diciembre de 1981
NOTA.- Las dos
fotos que ilustran este post muestran a Antonio Fernández “El Radical”
vendiendo el periódico y ambas son del año 1934. Son hallazgos del investigador
D. Ángel Granadero Ropero. La
primera, en blanco y negro, es del fotógrafo Javier. La segunda, en sepia,
pertenece al fondo de la Biblioteca Nacional
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