Causa asombro el poco caso que se hace al vecindario en algunas cosas
en las que se les pide su parecer —porque está legislado que así sea— y en las
que se les acaba aburriendo, para hacer ver que han aceptado algo con lo que no
han estado de acuerdo nunca. Nos referimos al reglamento ese de “actividades
nocivas, molestas e insalubres” en las que es preceptivo la aceptación de ese
vecindario para instalarles alguna industria de este tipo en su entorno.
Como ejemplo tomemos la instalación de un “bingo”, cosa que está de moda
ahora, y que produce sus indudables molestias a los vecinos del entorno, por lo
que es preceptiva la aceptación de éstos. Pues bien, una “picaresca” que está
muy al uso para hacerlos tragar algo que no quieren es la de convocatoria a esa
información pública en la que, siguiendo el ejemplo de mi cuento, se los envía
una cédula de citación para que “depongan” si aceptan o no esa industria. Los
vecinos, en su mayoría, hacen sus escritos —en un plazo estricto de diez días,
que a muchos se les pasa— y dicen que no las aceptan. Bien, el peticionario por
ello no se desanima y pasado un mes escaso, modifica su petición incorporando
por ejemplo al “bingo” un bar, con lo que el expediente es nuevo y hay que
hacer un nuevo trámite con nueva petición a los vecinos de si lo aceptan ahora,
aunque ya dijeron que no la primera vez. Muchos de estos vecinos se piensan que
se trata del mismo “bingo” y se quedan tranquilos porque ya dijeron que no, y
ahora no concurren en el estricto plazo dado, volviendo a decir que no… y si
alguno lo hace y son número suficiente para denegar esta nueva petición se
vuelve a hacer otro expediente en el que, por ejemplo, el permiso se pide para “bingo”, bar, sala de fiesta o
puesto de churrería, con lo que al ser nuevo, hay una nueva petición de
información pública, hasta que los vecinos, aburridos, acaban no acudiendo a la
información pública, con lo que se entiende que has dado el permiso que en
realidad no has dado. El peticionario no tiene prisas y hará cuantos
expedientes modificados hagan falta para aburrir al vecindario y provocar su
silencio por cansancio y salirse con las suyas.
Yo no sé si es que esa ley o reglamento de las industrias molestas
tienen ese fallo y habría que modificarla en el sentido de que, si la denegación
para la parte principal —“bingo” en este caso— se ha hecho ya, por mucho que se
la “adorne” con otras cosas debería entenderse en firme y para siempre…, o es
preferible hacer tragar a ese vecindario, por esa picaresca, lo que ya
claramente han dicho que no quieren. El asunto es para pensárselo.
Diario HOY, 24 de diciembre de 1981
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