Aunque en la “Letanía a nuestro señor don Quijote”, Rubén Darío dijera
aquello de “… horribles blasfemias, de las Academias, líbranos Señor”, tengo
que confesar que yo tengo un gran respeto a las academias y entre todas las
sesiones públicas que ha hecho la Academia de Extremadura para investir a sus
miembros para mí han sido “artículo de fe”, por lo menos de fe en el futuro de
Extremadura. No sé exactamente qué podrá hacer la Academia por nuestra región,
pero confío —con una fe infantil si ustedes quieren— en que sea mucho. Al fin y
al cabo es la nuestra y, como en otras regiones existen otros Ateneos de
sabios, los que ha elegido y va a elegir la nuestra para mí tienen de antemano
el lógico respeto que merecen y lejos de mi ánimo está el ofender a cualquiera
de ellos… Pero como la experiencia de actos que llevo reseñando desde hace más
de veinte años me ha hecho ver que muchos sabios, sin quererlo ellos, se
duermen, quizá porque el peso “no ya de la púrpura”, sino del saber, es grande,
y estas jornadas van precedidas de vigilias en las que se ha dormido mal, todo
ello me aconseja el que para la próxima investidura de uno de los nuevos
académicos extremeños, cual es la de mi buen amigo Juan de Ávalos, que se
anuncia para el domingo próximo, me permita —sin ánimo de ofender a nadie—
darle unos consejos para evitar lo que sucedió en la investidura anterior,
quizá por imprevisiones de este tipo y por no llamar a las cosas por su nombre.
Querido Juan: Sé breve y rápido en tu discurso de investidura. Si
puedes hacerlo ruidoso, mejor que mejor, y sobre todo —y ello no es tratar de
remover aguas pasadas que pasadas están—, si puedes, antes de entrar, haz que
los académicos e invitados se tomen (aunque sea disimulada por el café u otra
bebida) algunas “simpatinas” o píldoras espabilantes, que sobre esto de las marcas
no debe haber empacho. Hay que evitar que alguien se duerma, y conste que tengo
un gran respeto por el sueño de los sabios; pero el pueblo —ese que no sabe de
nada, pero entre los que me cuento— no acabaría entendiendo y volvería a
suceder lo que en la sesión anterior. Yo puedo decirte que sentí “vergüenza
ajena” y no quiero que vuelva a sucederme… El consejo está dado y que suceda lo
que Dios quiera.
Diario HOY, 22 de octubre de 1981
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.