Desde luego que la alegría no está en razón directa con el bolsillo,
porque se puede no tener un duro y ser “alegre como unas pascuas”. Había que
meditar por qué la alegría se relaciona con las pascuas, y por qué en las
pascuas hay que estar alegre, y a este punto es al que vamos a parar, porque
las Navidades, pascuas y fin de año, tienen que ser fiestas alegres y
“festeras” —valga la redundancia—, donde todo el mundo trata de asegurar su
alegría, aunque sea comprándola. Pero la alegría no se compra y por ahí viene
el fallo.
Para esta noche se han anunciado —con idea de despedir el año y
saludar al nuevo— la mar de “cotillones” en los que cenar y proponer
divertirse, con algún gorro, “matasuegras”, “matraca”, “papelinos” y
serpentinas, aparte de las uvas de la suerte, cuestan algo más de las 3.000 pesetas
por persona, aunque los precios oscilen de unos lugares a otros, y, de esto
hablaban mis amigos, a los que más de una vez he sacado en esta columna. Juan,
decía, más o menos:
— “En mi casa, ni locos gastamos tres mil pesetas en cenar cada uno y
pasarlo bien. Allí cenamos a la carta y hasta cenamos langostinos… o sea que mi
mujer compra un solo langostino y se lo come el que saca el “as de oro”. Los demás miramos mientras
nos tomamos la sopa de todas las noche, porque lo de divertirse está en tomarse
unas copas y tener ganas de juerga, que en que te lo preparen todo en esto “la
procesión va por dentro” aunque sólo sea contando chistes de tacaños, de esos
cortos, para los que “se pinta” i hermano Paco, te lo pasas en grande. El otro
día nos contó los del recadero, llega uno al que le había “hecho un servicio” y
le dice: “Ten, chico, para tabaco” y le dio un papel de fumar; o el otro que le
dice: “Ten, para un traje, y le dio una percha”; o aquel otro que dice: “Ten,
para que te tomes un café”, y le dio un azucarillo; o el que dice: “Ten, para
después de comer” y le dio un palillo…”
La cosa generalizó en chistes, y Belvedere nos contó —a propósito de
cenas escasas— la de aquella familia que está cenando y dice uno de los niños:
— “Mamá, mira a mi hermano Antonio, de los cuatro garbanzos que había
se ha comido dos…!”
— “¡Déjalo a este ansioso, hijo, a ver si revienta…!” responde la
madre,
En fin, esto es hablar por hablar, yo a todos les deseo más que suculentas
cenas, alegría, buen humor, perdón para mí por los “rollos” que les suelto, y
prosperidad para todos.
Diario HOY, 31 de diciembre de 1981
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