Yo no sé si esto que voy a contar se lo he referido ya a ustedes, pero
viene al pelo ya que acaba de festejarse a San Pedro de Alcántara, nuestro
olvidado copatrono de Extremadura, que en su tiempo tuvo una amplia proyección
mundial, cosa que podemos apreciar en su patronazgo de la amplia nación
brasileña, donde no sé si se le conoce más que aquí, pero donde se le sigue
venerando como tal patrono. Es más, tengo la sospecha que de él saben más
muchos brasileños que muchos extremeños que hasta hace relativamente poco
lo hemos tenido olvidado. Quizás para
subsanar este olvido, la Diputación editó hace unos años un librito del que es
autor mi admirado amigo Vicente González Ramos, en el que en un lenguaje
popular y directo narra la vida de este campeón de la penitencia que se llamó
para el mundo Pedro Garabito y mereció la gloria de los altares.
Quizá por esto que narramos, la iconografía de San Pedro, al menos en
nuestra ciudad, es poco abundante. Ello hizo que en tiempos, a instancias de la
propia Diputación, se hicieran algunas
estatuas o imágenes del santo que se
encargaron a los mejores escultores extremeños que en aquel entonces teníamos.
La de bronce que está en la plaza de Santa María la realizó nuestro ya
fallecido paisano Enrique Pérez Comendador, que además regaló otra para El
Palancar, que prácticamente es una copia reducida de la misma. Juan de Ávalos,
el otro gran escultor extremeño, realizó otra imagen por encargo de la
parroquia de San Pedro de Alcántara, de Cáceres, que es la que figura en dicho
templo Esta última muestra un santo caminante en contraposición de la de
Comendador que le representa estático. Son apreciaciones de ambos artistas de
los que consta estudiaron a fondo —antes de realizar las imágenes— la biografía
de Pedro de Alcántara, interpretándola cada cual a su modo.
Pero la curiosidad que quería señalarles es que la que está en Santa
María es un autorretrato del autor, Enrique Pérez Comendador, que quiso dejar
su rostro en ella. Hablando con él el día de la inauguración se lo señalamos y
él, sonriente, respondió: “En efecto. Es cierto y no voy a negarlo, pero el
artista debe siempre dejar algo suyo en la obra.” ¿Lo sabían ustedes?.
Diario HOY, 20 de octubre de 1981
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