jueves, 6 de julio de 2017

Las orejeras de los políticos


Yo no sé si ustedes saben lo que son las orejeras. Las orejeras, según el diccionario, son cada una de las dos piezas de la gorra que sirve para defender y cubrir las orejas; también se llama así a los dos palos que lleva el arado clásico, pero también se llama orejeras a cada una de las dos piezas que colocadas en la cabezada de las caballerías servían para proteger los ojos del animal, y sobre todo para  que este no se distraiga con las cosas que suceden a su alrededor y, tranquilo y sin importarle su entorno —porque no lo ve— siga en lo suyo, puesto que esta especie de careta sólo le permite ver sus pies y su marcha. A estas últimas orejeras es a las que vamos a referirnos, aunque, claro es, solo en un sentido figurado, para que no se nos ofenda nadie, ni aun las propias caballerías.
La cosa viene a cuento porque, según las gentes de la calle, nuestros políticos de cualquier matiz, una vez que llegan a conseguir el cargo se suelen olvidar del pueblo que se lo dio y van sólo a lo suyo, marchando a trancas y barrancas y no enterándose de lo que a su alrededor pasa.
Nos decía ayer tío Juan, que por cierto festejaba su santo:
“Es que estos políticos nuestros, una vez elegidos, marchan como los mulos con orejeras, no enterándose de lo que a su alrededor pasa. Mucho decir que van a arreglar esto y aquello, que se van a comer el mundo, hasta que llegan al cargo y al sillón, pero yo me temo que con el sillón les dan las orejeras y de ahí en adelante no ven más que lo que hay delante de sus narices y de lo demás se olvidan”.
Pensándolo fríamente, el tío Juan tiene razón sobrada, porque al que le “enganchan el carro” —dicho sea en el sentido figurado de la palabra—, si además le ponen las orejeras ya nos lo quedarán inhábil para comprender al pueblo… Y así pasa que gentes procedentes del pueblo se olvidan de él y acaban diciendo “amén” a todo lo que les propone el dueño de las orejeras, que por regla general marcha también en desacuerdo con el pueblo, porque también él tiene las suyas… En fin, ustedes disimulen pero a cualquier nivel España se nos está convirtiendo en un país de políticos con orejeras que no saben ya ni para qué tiran del carro… si es que tiran.
Diario HOY, 25 de junio de 1981

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