Yo no sé si ustedes saben lo que son las orejeras. Las orejeras, según
el diccionario, son cada una de las dos piezas de la gorra que sirve para
defender y cubrir las orejas; también se llama así a los dos palos que lleva el
arado clásico, pero también se llama orejeras a cada una de las dos piezas que
colocadas en la cabezada de las caballerías servían para proteger los ojos del
animal, y sobre todo para que este no se
distraiga con las cosas que suceden a su alrededor y, tranquilo y sin importarle
su entorno —porque no lo ve— siga en lo suyo, puesto que esta especie de careta
sólo le permite ver sus pies y su marcha. A estas últimas orejeras es a las que
vamos a referirnos, aunque, claro es, solo en un sentido figurado, para que no se
nos ofenda nadie, ni aun las propias caballerías.
La cosa viene a cuento porque, según las gentes de la calle, nuestros
políticos de cualquier matiz, una vez que llegan a conseguir el cargo se suelen
olvidar del pueblo que se lo dio y van sólo a lo suyo, marchando a trancas y
barrancas y no enterándose de lo que a su alrededor pasa.
Nos decía ayer tío Juan, que por cierto festejaba su santo:
“Es que estos políticos nuestros, una vez elegidos, marchan como los
mulos con orejeras, no enterándose de lo que a su alrededor pasa. Mucho decir
que van a arreglar esto y aquello, que se van a comer el mundo, hasta que llegan
al cargo y al sillón, pero yo me temo que con el sillón les dan las orejeras y
de ahí en adelante no ven más que lo que hay delante de sus narices y de lo demás
se olvidan”.
Pensándolo fríamente, el tío Juan tiene razón sobrada, porque al que
le “enganchan el carro” —dicho sea en el sentido figurado de la palabra—, si
además le ponen las orejeras ya nos lo quedarán inhábil para comprender al
pueblo… Y así pasa que gentes procedentes del pueblo se olvidan de él y acaban
diciendo “amén” a todo lo que les propone el dueño de las orejeras, que por regla
general marcha también en desacuerdo con el pueblo, porque también él tiene las
suyas… En fin, ustedes disimulen pero a cualquier nivel España se nos está convirtiendo
en un país de políticos con orejeras que no saben ya ni para qué tiran del
carro… si es que tiran.
Diario HOY, 25 de junio de 1981
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