(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
Me lo ha recordado la nueva salida que hace la Banda Municipal de
Música, con los conciertos iniciados en la Plaza de San Jorge, que alternará
con otros en Cánovas. Pero no es a la música oficial a lo que quiero referirme,
sino a la música particular y en vivo que hasta no hace mucho hubo en Cáceres,
y a los músicos callejeros que la mantuvieron hasta que el tocadiscos y las
radios acabaron con ella.
Los últimos músicos callejeros que hubo en Cáceres fueron: Calixto “el
Tuerto” y Miguel “el Ciego”; Calixto tocaba el clarinete y Miguel la guitarra.
Miguel era mucho más viejo que Calixto y debió formar “conjunto” con otro ciego
—cuyo nombre se popularizó menos— porque don José Ibarrola, en unos romances
populares sobre las costumbres veraniegas del Cáceres de primeros de siglo, se
refiere a él, ubicando la acción en la plaza de San Mateo y diciendo: Miguel y
el otro ciego tocan “La Jaba” y, oliendo a esencias pobres, pasa Bazaga. Este
Bazaga del romance era don Alberto, muy amigo de Ibarrola, y al que éste
embromaba de esa manera. Pero volvamos a nuestros músicos. Miguel formó dúo con
Calixto y éstos son a los que yo conocí viviendo de la música que ofrecían o
bien, tocando por las esquinas las “piezas” de moda, o asistiendo a las casas
que festejaban algo donde, aparte de darles algo de comer y beber les proporcionaban
algunas “perrillas” para seguir tirando.
Lo que pudiéramos llamar la academia de música donde aprendían las
cosas de moda, estaba en el comercio de Alvarito “Moruno”, donde él y su
hermano —que tocaba muy bien la guitarra— se las enseñaban hasta que Calixto y
Miguel cogían la toná y podían ya difundirlas por todo Cáceres. Esto lo hacían
gratuitamente “los Morunos” por pura afición y cacereñismo, en su pequeño comercio
de la plaza de Santa Clara —que todavía existe— y en el que nos concentrábamos
los muchachos de los alrededores a oírlos y a pedir caramelos a Alvarito Criado
(que éste era su verdadero apellido, ya que el de “Moruno” le venía por
apellido familiar ya perdido, pero que tuvo mucho predicamento en Cáceres).
Álvaro nos daba caramelos a los muchachos y hasta, si éramos buenos, nos
enseñaba un curioso reloj con muñecos que había heredado de sus mayores.
Esta era la música popular del Cáceres, anterior a la radio y al
tocadiscos, de la que Calixto y Miguel fueron los mantenedores hasta nuestros
días. Valga esto de recuerdo para la pequeña historia.
Diario HOY, 18 de julio de 1981
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