Don Manuel Castillo Quijada |
Ustedes me van a permitir que cierre la “ventana” por unos días. No es
que haya corriente, ni que haya puesto el aire acondicionado, porque hasta se
da el caso de que la “voy a cerrar” cuando ha refrescado algo el tiempo: pasa
más bien que el “ventanero” va, como quien dice, “a darse un bureo” por ahí
antes de que comiencen los calores de agosto que, a Dios gracias, pasaremos
juntos y oteando lo que el verano nos depare y, si Dios nos da salud, hasta
sudando al lado de la “ventana” para tener algo que contarles.
Pero no quiero marcharme sin contarles alguna historia veraniega a
modo —si no de despedida—, de “hasta luego”. Resulta que en los periódicos
antiguos de Cáceres, periódicos de carácter político, había la costumbre de que
el que se marchaba de veraneo, solía enviar sus crónicas desde el lugar elegido
para el descanso que, aparte de ser una forma de estimular la canícula, era
también una forma de “fardar” echando por delante el veraneo elegido. Así, don
Manuel Castillo, un viejo profesor que acabó muriendo el México a una edad casi
centenaria, y que era director de una de estas publicaciones, se marchaba de
veraneo a Figueira da Foz, en Portugal, y desde allí enviaba las crónicas a su
periódico, fechadas y firmadas en dicho elegante lugar de veraneo. Esta pequeña
vanidad le caía mal a un político del partido contrario y hombre de gran
ingenio, como fue don Eduardo Sánchez Garrido, que había fundado otro periódico
con la sana intención de meterse con Castillo y sus ideas y que, para más
“inri”, tituló “Zurratontainas”, por lo que don Eduardo, para ridiculizar a su oponente, firmaba sus
crónicas veraniegas poniendo: “Desde las playas del Marco”, con lo que el
“pitorreo” popular y local continuaba durante todo el verano y se agotaba tanto
un periódico como otro.
Para finalizar diremos que publicaciones de este tipo hubo muchas en
Cáceres a principio de siglo, llevándose la palma del humor la conocida por “El
Gazpacho”, en cuya “mancheta” podía leerse: “plato local aderezado por varios
cocineros de la villa”, agregando el siguiente lema:
“Para que el
pueblo no diga
que el nombre
me sienta mal
he de tener
mucha miga,
y aceite,
vinagre y sal.
La virtud no
la propalo,
mas la aplaudo
con exceso
y he de seguir
con el malo
el siguiente
lema:
Palo, palo
duro y tente tieso.”
Para que vean que nuestro pueblo ha tenido siempre ingenio… y “hasta
luego”.
Diario HOY, 19 de julio de 1981
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