En Cáceres existen algunos edificios o instituciones a los que las
circunstancias cambió su destino y no llegaron a ser lo que se había proyectado,
quedándose, como quien dice, con un “destino truncado” en el que, si los edificios
tuvieran conciencia, pensarían que habían pasado por la vida sin servir al fin
propuesto —no por ellos, claro, sino por los hombres que los proyectaron—. Este
es el caso del Sanatorio Antituberculoso de Cáceres que “murió” ante de ser
inaugurado, quedando su territorio desmembrado y perdido y su edificio derruido
antes de nacer al fin para el que la sociedad le había propuesto.
Nos referimos al “Sanatorio” que hay en el “Portanchito”, totalmente
arruinado, al que se le llamaba también “Sanatorio de la Montaña”. Aquello se
trazó y se hizo con toda ilusión y sin escatimar un duro, comprando todo el
terreno circundante en gran parte, donde se plantaron pinares; el superior,
donde iban los depósitos de agua; se le dotó
de todo lo que podía exigir la urbanización más avanzada de aquel entonces
y se trazo un hospital-sanatorio de lo más moderno para la lucha antituberculosa
—con la que entones se estaba a vueltas— edificando ese caserón —que puede
juzgarse por su ruina—, que tenía varias plantas, toda clase de dependencias y
servicios, terrazas viviendas para médicos y asistencia y una regular capacidad
para atender enfermos.
Espacio aproximado que ocupaba el Sanatorio |
El edificio y el amplio terreno en el que estaba asentado pertenecía
al Ministerio de Sanidad —Salud Pública, o como quiera que se llamara entonces—
y rematado ya y a punto de comenzar a realizar la función para la que se había
creado, dotado ya de una carretera de acceso, etc., etc., estalló la guerra y
quedó cerrado y sin inaugurar. Pasó lo que entonces pasaba: o se donó, o se
entregó o se “requisó” para el Ejército y toda la instalación quedó convertida
en hospital para oficiales heridos de guerra, primer y único funcionamiento que
tuvo, porque terminada la guerra, como la propiedad de todo había pasado al
Ministerio del Ejército y parece era muy difícil el devolverlo al de Sanidad, éste
optó por ir sacando parcelitas del Sanatorio a publica subasta —que solían cubrirse
sin que nadie se enterara— hasta que lo único que quedó fue el propio edificio
arruinado por la falta de uso, que también terminó saliendo a subasta quedándose
no sé quién con él para aprovechar la viguería de hierro. El resto de los
terrenos, en algún caso, han pasado a engrosar patrimonios particulares… casi
sin que nadie se entere.
Diario HOY, 19 de junio de 1981
No sé, pero siempre me sobrecogió ese edificio y nunca llegué a visitarlo, aunque si recuerdo el blanco de sus fachadas que veía desde lejos.
ResponderEliminarMuchos días de las castañas hemos pasado,allí.
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