Como da la casualidad de que cada día más automovilistas se pasan en
rojo los semáforos, yo he comenzado a darle vueltas a algún sistema que evite
el que esto suceda, porque —oiga— la amenaza de multa no vale, los guardias
cada día se ocupan menos de estas cuestiones y al que “pescan”, si pescan
alguno, acaba no pagando la multa.
El “invento” se me ocurrió tras de jugarme la vida con una bella
conductora de un CC-E nuevecito, que se la veía muy “verde” y que tras de
hacerme dar un salto para que no me arrollara, lo único que se le ocurrió decir
fue: “¡Vaya, hombre, me pasé otra vez!”… y sin más comentario siguió su marcha
mientras yo me quedaba temblando al pensar en lo que podía haberme ocurrido.
Como este no es caso único, sino más frecuente cada día, y como no
sirve amenazas de pérdida de carnet, etc., comencé a darle vueltas al asunto.
Veamos, la solución puede tener dos partes: o bien, enseñarnos a los
peatones, previo un entrenamiento diario, a dar saltos como los langostos, o
poner algún dispositivo en los coches para que cuando se encienda el rojo, el
vehículo —por alguna sincronización especial— frene automáticamente. Este
último sistema estoy seguro que acabarán inventándolo en Japón, donde ahora se
inventa todo, pero hasta que aquí llegue habrá que emplear algún otro sistema
más rudimentario.
En cuanto al primer sistema me imagino una especie de “escuela
municipal de saltos peatonales”, cuyas enseñanzas fueran gratuitas. Podría
montarse a la vera de las piscinas municipales y tener allí un monitor que
enseñara diversos quiebros al personal que asistiera a ella. Lo malo de esto es
que los que no estuvieran en condiciones físicas acabarían cayendo y en ese
número podríamos incluir a los ancianos disminuidos físicos, etc… Pero qué duda
cabe que hubiéramos salvado al menos un 50 por ciento de la población más ágil,
lo que desde un punto de vista estadístico no está del todo mal. Aunque justo
es reconocer que no es el mejor sistema. Mi invento se cifra en hacer un foso
delante de cada semáforo que se abriera, para tragarse el coche, cada vez que
se encienda el rojo… Y, oiga, ni multa ni nada, el coche quedaría en el foso
hasta que la grúa viniera a sacarlo cobrándole, como es lógico, sus servicios…
quizá la obra en sí resultaría cara, pero de todos modos yo estoy esperando a
que regresen Machuca y el alcalde para proponérselo.
Diario HOY, 28 de agosto de 1981
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