Ahora que es la época de las brevas, voy a contárselo a ustedes,
porque es una historia que me contó a mí, siendo yo muchacho, el dueño de la “Pavilita”,
el señor Diego “Reculo”, que era el mejor narrador que he conocido y que solía
embobarnos a los muchachos que tuvimos la dicha de conocerle ya anciano. El señor
Diego había recorrido medio mundo con sus gallos de pelea y hasta el
sobrenombre de “Reculo” lo recibió de un famoso gallo, ya que no en vano él fue
el mejor “gallero” de Extremadura, afición que en cierto modo heredó su hijo —y
gran amigo mío— “El Niño de la Rivera”.
Bien, el señor Diego nos reunía a los niños que por aquel entonces
frecuentábamos su huerta y nos contaba historias, unas veces reales y otras
imaginadas, que tenían su gracia y que estoy seguro que él inventaba, aunque
buscaba siempre una enseñanza.
“¿Sabéis por que la higuera da dos frutos?”, nos preguntó en una ocasión,
y ante nuestro silencio agregó: “Ya sabéis que las higueras primero dan las
brevas y más tarde los higos. Pues bien, todo ello sucedió del siguiente modo:
Cuando Cristo andaba por el mundo con los apóstoles, a los que acaudillaba el bueno
de San Pedro, eran muchas las horas que pasaban juntos y no todo ha sido
contado por los Evangelios —que son más serios— ni por las historias de aquel
tiempo, pero yo lo sé de muy buena tinta. Resulta que San Pedro, como muchos
pescadores, era un poco borrachín y llevaba consigo una buena bota de la que,
de vez en cuando, tiraba algún largo trago para refrescarse la boca, porque era
mucho lo que andaban y ya sabéis que “con pan y vino se anda el camino”. Pues
bien, en una ocasión el Señor vio a Pedro libar de la bota en un largo trago y,
quedándosele mirando, le dijo:
— ¿Qué llevas en ese pellejo, Pedro?
— Es
zumo de frutas, Señor —le respondió Pedro—, que comenzó a temer que le pudiera
reñir por tenerle tanto cariño al vino.
En
fin, que el Señor le dijo que quería probarlo y el bueno de Pedro se echó a
temblar, aunque le alargó la bota. Probó el vino el Señor en un trago largo con
el que se enjuagó la boca, preguntándole: “¿Y de qué fruta extraes este zumo?”
—cosa que le decía para probarlo, porque Él lo sabía de sobra— San Pedro,
temiendo que si le decía que de la uva le pudiera secar todas las vides, le echó
una “mentirijilla”. “Señor —dijo—, lo extraigo de la higuera”.
“Pues
desde hoy ese árbol de dos frutos”, fue la respuesta.
Con
lo que Pedro se tiró de los pelos hasta quedarse calvo…”.
Diario HOY, 16 de julio de 1981
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