Cuando muchas veces se habla de discriminación y racismo se suelen
equivocar los términos. No vamos a remontarnos a ejemplos internacionales como
ese de los judíos que, habiendo padecido una tremenda e injusta persecución en
la Alemania nazi, vuelven a caer en ocasiones en realizar lo que ellos tanto
han criticado. Vamos a referirnos a algo más próximo como es la integración del
pueblo gitano en las diversas sociedades donde se mueve.
Muchos de los payos que se rasgan las vestiduras y luchan por la
integración del pueblo gitano en nuestra sociedad actual desconocen quizás que
posiblemente culpa de lo que les ocurre, o parte de esa culpa, la tiene el propio
pueblo gitano. Por no ir más lejos, aquí en Cáceres, se ha dado el caso de que
algún miembro de familias gitanas, gente estimada y trabajadora, sin más ni más,
han dejado su puesto de trabajo, han “levantado el campo” sin muchas
explicaciones y se han marchado a un punto alejado sin decir las razones. En
alguna ocasión la explicación ha sido: “Es que ha habido un delito de sangre
con otra familia de mi raza y tenemos que marcharnos…” ¿Qué ha pasado aquí?
Bien, la explicación es bien sencilla: El pueblo gitano como tal acata las
leyes de la sociedad en que vive mientras estas leyes no van en contra de la
“ley oral y tradicional” por la que él se rige, que sigue siendo el “ojo por
ojo y diente por diente”. Puede haber ocurrido que, infortunadamente y sin
intención, el miembro de una de las familias en un accidente de tráfico ha
matado —sin querer, claro— al de otra familia; pues bien, la única solución según
sus leyes es que la familia perjudicada tome venganza matando a un miembro de
la otra familia. Ellos reconocen lo injusto de esta ley, pero te dicen:
“Nuestra ley es así y no tenemos más remedio que acatarla.” El gitano puede
casarse por la iglesia y por las leyes civiles que rigen en la sociedad donde
está enquistado, pero el matrimonio para él no será válido mientras no haya
realizado los antiguos ritos tradicionales de su raza. Y así es todo.
Yo podría contarles cómo una familia gitana, con luto reciente,
trataba de comprar discos en un establecimiento y decían al empleado: “Pónganos
ése”, al par que salían corriendo hasta la puerta de la calle, porque si lo oían
desde dentro “estaban pecando” contra su tradición del luto. Esta tradición ha
sido su ley y su fuerza, y mientras con ella sigan no podrá decirse que los demás
los discriminan, sino que se discriminan ellos. Creemos que este es un punto de
meditación para los payos que defiendes sus causas.
Diario HOY, 15 de julio de 1981
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