(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg9OxPIbNGgHwYo-dTYLbhzFgLO9-y7RmnO5HfV2Z3DwBDXOpTMKBFl6R4BruGKuIXauveGjqmSexrYj_Ryp0SGZaeHzqZG9umA5k93AIqDmn8W2zE9hYvqpgAExcA1NQcGBl88OWL290A4/s320/264-alfonso-XIII.jpg)
El pastor, cuyo nombre no consta, estaba preparando un frite de
cordero y echó unas tajadas más para que “cundiera”
para todos. Aquello olía a gloria y a gloria le supo, según confesó el propio
rey, el plato de caldereta que en abundancia le sirvió el pastor en el plato de
madera. Más tarde, y con la euforia de la sobremesa, el rey se dio a conocer e
invitó al pastor a viajar a Madrid y hacer otro frite para sus amistades. Ni
que decir tiene que el pastor-cocinero fue a la capital con todos los gastos
pagados y se le proporcionó cuanto pidió para cumplir la promesa de hacer “frite” para las amistades reales...,
pero no salió tan bueno, y Alfonso XIII, con la sinceridad que le caracterizó
siempre, se lo dijo abiertamente:
— Majestad —respondió el
pastor— me ha faltado un cierto aderezo que
no se me ha proporcionado.
— ¿Qué me dices —le
respondió el rey—, es posible que no te
hayan proporcionado todo lo que has pedido o es algo que se te ha olvidado
traer a ti?
— La culpa es vuestra, señor
—dijo el pastor— porque os ha faltado el
cansancio y el hambre que teníais el día que aparecisteis por mi chozo.
De donde se deduce que no es el cocinero el que lo pone todo.
Diario HOY, 30 de agosto de 1981
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