Decía mi sargento, cuando nos explicaba la “teórica”, que la primer
máquina que inventó el hombre fue el arado romano. Más tarde, en la
imposibilidad de montarse en él, le adicionaron unas ruedas y se inventó el
carro, el coche de caballos, la diligencia y todos los “instrumentos” que
llevan los caballos por fuera. Luego, andando el tiempo, metieron los caballos
por dentro y se inventó el automóvil y la locomotora.
Mi sargento era todo un filósofo y, al llegar a este punto se quedaba
pensativo, y preguntaba a la concurrencia: “¿Vosotros habéis visto por dentro
un automóvil?”, y ante el silencio sepulcral que obtenía como respuesta
insistía:
— “A ver, cabo Ríos, ¿usted ha visto por dentro un automóvil?”…
El cabo Ríos, que era un ladino gallego y no sabía por dónde iba a
salir el sargento, preguntaba a su vez prudentemente:
— “¿Un automóvil, mi sargento?”
— “Sí, un automóvil, de esos que andan por gasolina”, insistía el
sargento.
— “Fui una vez en uno a Betanzos, pero no lo vi por dentro, mi
sargento”.
— “Pero habrás visto por dentro una locomotora?”
Y como el cabo, que era un cobista, pensaba que lo que quería el
sargento era que le dijera que sí, musitaba con cierto miedo:
— “Sí, mi sargento, la locomotora sí que la vi por dentro.”
— “¿Y tú viste allí caballos?”, insistía el sargento.
— “No, no los vi”, decía el cabo.
El sargento se quedaba pensativo de nuevo y decía como para si: “¡Claro
que no hay caballos, porque andan por maquinaria!”… Y se quedaba tan fresco
para proseguir después, señalando una serie de máquinas, hasta llegar a la
“máquina ametralladora” que era lo que él quería explicar, no sin antes decir:
“¡Ay, cabo Ríos, cabo Ríos… que está usted en el río y va a haber que
pescarlo!”
Todo esto viene a cuento de la reunión de la OPEP, la que los amos del
precio del petróleo, vienen realizando en Ginebra, de la que por aquí se ha
dicho saldrá un nuevo precio —y más elevado, claro— de la gasolina… Y como esto
no hay quien lo pare, y como en España no inventemos nada aunque se hable mucho
de los coches movidos por agua o por alcohol, pienso yo, con la simplicidad de
mi sargento, que nuestro único recurso va a ser “sacar a los caballos de la
maquinaria” y volverlos a poner delante de los coches, como estaban
antiguamente.
Diario HOY, 21 de agosto de 1981
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