Para leer algo que fuera desintoxicante y relajante en esta época
estival me compré unas novelas del Oeste que me costaron baratas, unas cuarenta
pesetas cada una. Yo me dije, al fin y al cabo unas galopadas acompañando al
“cowboy” de turno, buscador del bien, y casi caballero místico al estilo de los
de las antiguas novelas de caballería aunque sea con revólveres, siempre
desintoxican y aunque sepas que, por mucho que se líe la trama, acaban ganando
los buenos siempre son reconfortantes y entretenidas estas novelitas que,
aunque no formen mucho, al fin y al cabo suscitan las eternas luchas entre “el
bien y el mal” y el triunfo de la “ley” sobre los facinerosos…
Pero, amigos míos, mi sorpresa ha sido mayúscula porque las nuevas
novelas del Oeste americano —al menos las que yo compré— le dan una vuelta a
esos valores que presidían a las clásicas, de tal modo que lo único que ha
quedado en ellas identificable con las que leí en mi infancia y juventud son
las fechas en que se desarrollaron y las verdes praderas americanas.
El protagonista actual —al menos el de éstas— es un tal John Slocum,
cuya única profesión es la de tahúr, o jugador de ventaja, que “casa” esta
profesión con la de asaltante de bancos, y la de pistolero —porque, eso sí,
maneja las pistolas y el rifle como nadie—, pero no pistolero por un ideal más
o menos remoto, sino por ganar dinero. Él mata a quien le dicen y le pagan
bien, sin entrar en si es bueno o malo, porque eso —según él— no es cosa suya.
Por si eso fuera poco, en la guerra de Secesión de los Estados Unidos él estuvo
como oficial con las tropas perdedoras del Sir y tiene un tremendo asco al
resto de los norteamericanos del norte, aunque también mate a los del sur, si
se lo pagan bien. Es, a su estilo, un “pasota”, pero como es también guapo y
apuesto —como deben ser los protagonistas— tiene muchas aventuras amorosas que
por cierto se describen con tanto pormenor y tan groseramente que son pura
pornografía. Yo, lo confieso, me he quedado del otro lado… hasta el punto que
actualizando el contenido, Slocum podría muy bien ser un pistolero de la ETA o
de cualquier organización terrorista actual, cuyo canto desde luego es
deformativo para la juventud que lea estos engendros que, por otra parte y para
más “inri”, no están mal escritos… Ténganlo en cuenta los padres que, en alguna
ocasión me han dicho: “No, mi chaval, de lo que gusta es de las novelas del
Oeste”… Pues si son como éstas, arreglado va el chaval.
Diario HOY, 18 de agosto de 1981
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