Tengo entendido que la llamada
“Fiesta del árbol” se inició en
nuestra provincia por iniciativa de un maestro que, como lección práctica,
quiso encariñar a sus alumnos con la propia naturaleza, recurriendo al método
de responsabilizar a cada uno de ellos con un arbolito, no sólo para que lo
plantara, sino para que lo cuidara hasta que el árbol fuera adulto y pudiera
valerse por sí.
Esta iniciativa tuvo después mayor trascendencia y dio lugar a lo que
hoy es el “Día Forestal Mundial”, que
acaba de celebrarse, también con plantación de árboles por arte de los
escolares.
No obstante yo pienso que la fiesta que ahora se celebra es más
impersonal y, teniendo todas las buenas intenciones que son de estimar, vincula
menos al escolar con esa labor que le atribuía la antigua “Fiesta del árbol”. Como escolar viví aquellas fiestas y recuerdo
que no se ceñían sólo al acto de plantar el árbol, sino al cuido posterior del
mismo. Con algunos compañeros escolares de aquel entonces, que como yo ya
peinan canas o están calvos, he recordado todo aquello. Mi generación de
escolares fue la que plantó los árboles que ahora existen en el grupo escolar “Las
Delicias” y aparte de los recuerdos, a modo de saudades, que tenemos de
aquel acto, en que nuestros maestros, con el alcalde don Antonio Canales, nos
hablaron de la importancia de la naturaleza y de estas repoblaciones forestales
—y nos dieron también una merienda consistente en un bollo, una pastilla de
chocolate y una naranja— había algo importante y era que, diariamente o con frecuencia,
íbamos a ver cómo se desarrollaba nuestro árbol y hablábamos con el jardinero y
hasta le defendíamos de otros niños que pudieran atacarle. Por estas visita, yo
conozco cuáles son “mis” dos árboles,
y cuáles son los de los otros compañeros escolares de aquel entonces: como Ángel
Marchena, Paco o Andrés Valiente y otros muchos que compartían mi escuela.
Puedo decir que, siendo mayor —y me consta que ellos también lo han hecho— he
pasado a visitar “mis” árboles…
Todo esto puede parecerles a ustedes una tontería, pero creo yo que la
trascendencia de aquellas antiguas “Fiestas
el árbol” radicaban más en la vinculación posterior que suscitaban entre el
niño y el propio árbol, que en el acto en sí al que ahora se le da
trascendencia pero falta esa segunda parte.
Diario HOY, 29 de febrero de 1984
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