La gente está que trina con el “cambio”
de Televisión Española que hasta públicamente, y sin andarse con los antiguos
rombos, nos explica cómo utilizar el preservativo, o nos larga películas como
la de Summer poniendo en un verdadero brete a los padres con hijos que no saben
si mandarlos a acostar y cerrar el televisor, porque se quedan perplejos con el
desparpajo televisivo, sin poder reaccionar a tiempo.
Hay un peligro, medido y pesado, de deformación de la actual moral,
aunque ahora lo llamamos cambio.
Que esto pueda ser bueno o malo, es harina de otro costal y hasta
discutible, pero lo mismo que en la pantalla grande se obliga a poner a
determinadas películas la consabida “S”,
debería obligarse a la pequeña pantalla a hacerlo ya que de no ser así, no hay
libertad de elección por parte de las familias, sobre todo no habiendo más
televisión que la del Estado.
A esto se unen otros sectarismos televisivos a todos los niveles, como
es la reiterativa presentación de libros de autores que han estado exiliados o
que tratan temas solamente vistos desde el lado “rojo”, olvidando olímpicamente los del campo contrario… ¿Pero no habíamos
quedado en que estábamos en reconciliación?, pues habrá que hacer una
televisión para todos los españoles y con las ideas, y la moral, de un sector y
otro, porque si no esto no es democracia, sino simple sectarismo en el que se
emplean todos los medios que se tienen en la mano, y caiga quien caiga. Más que
cambio, habría que llamar a estas manipulaciones revancha, porque a todos los
niveles hay una intencionalidad en la penetración del Estado, en un número
mayor de actividades cada día, lo que significa, sin duda, una verdadera
revolución. “Hay que cambiar las estructuras
de la sociedad española”, nos decía, pero si el cambio es no contando con
el sector que no piensa igual que el que trata de ejecutarlo, estamos entrando
en un socialismo dictatorial y tercermundista. Libertad sí, pero dejando
también al oponente que exprese sus razones y dándole ocasión igual de tener
las mismas tribunas, no poniéndole sordina a un sector y altavoz al otro.
Diario HOY, 24 de enero de 1984
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