Por aquello de que el tambor también es tropa, me complace a mi el que
nuestro obispo don Jesús haya tenido la iniciativa de hacer en el Seminario
Mayor de Cáceres una convivencia de monaguillos de toda la diócesis, reuniendo
alrededor de cuatrocientos chavales que se lo han pasado en grande este fin de
semana en nuestra ciudad.
En cada pueblo el chaval destinado a monaguillo solía ser el más
travieso y espabilado de la localidad, el que acaudillaba las incursiones a los
desvanes y a las torres de la Iglesia: el que subía al campanario no sólo a
tocar las campanas —que ahora se tocan solas—, sino a coger nidos y organizar
otras travesuras, que solían acabar con algún pescozón del sacristán o algún
tirón de orejas del párroco. Pues imagínense lo que habrá sido el reunir a
cuatrocientos, que, sin duda, son los más traviesos de cada localidad de la
diócesis, y aguantarlos durante una jornada. Pero la iniciativa es buena porque
los monaguillos de tradición han sido la “cantera”
de los seminarios y ahora, con la tremenda falta de vocaciones, es bueno
cuidarla porque alguno de ellos puede llegar potencialmente a ser mañana un
respetable sacerdote razón por la que digo que el tambor también es tropa y que
me parece muy bien la iniciativa de don Jesús.
Yo no he sido monaguillo “propietario”,
pero sí “estampillado” como lo fueron
muchos de los que conmigo hicieron el bachillerato con el profesor de Religión
don Casimiro Garona, sacerdote paternal y autoritario que, aparte de
examinarnos de religión, nos exigía aprender a ayudar a misa cuando la misa se
hacía en latín, con lo que teníamos que practicar en las misas matinales para
terminar “examinándonos” de este
parte con él. Gracias que estos exámenes se solían hacer en las misas de alba,
porque entre latín y latín, mal dicho o mal rezado, la sarta de pescozones que
recibíamos del profesor oficiante eran tan numerosos que solían soliviantar a
las pocas “beatas” que acudían a
ellas, hasta que aprendíamos a hacerlo “como
Dios manda”.
Valga esta experiencia pasajera de monaguillo para decir que me siento
identificado con los concentrados, como se sentirán otros muchos de mi generación.
Diario HOY, 18 de marzo de 1984
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