Cuando uno ve, en la reseña del pleno del Ayuntamiento de Badajoz, que
dicho Ayuntamiento se ha pronunciado en contra del recargo municipal sobre la
cuota del impuesto de la renta de las personas físicas y cuando comprueba que
el alcalde de aquella ciudad hermana ha declarado que “aunque tenemos dificultades para nivelar el presupuesto, no queremos
que las economías familiares tengan que soportar esta nueva carga durante el
próximo año”, a uno le entra una tremenda envidia, porque nuestro alcalde y
nuestro pleno —el de Cáceres— sí se han pronunciado por la imposición de este
recargo a nuestro ya bien recargado vecindario, aunque gastaran alguna saliva
en decir que ya sabían que nuestro vecindario estaba muy “achuchado”. El que compara la actuación de un Ayuntamiento y el
otro —al menos desde Cáceres— no puede por menos que decir: “Esas son corporaciones comprensivas y no la
nuestra que nada más que le dan ocasión de un nuevo impuesto va a por él, caiga
quien caiga.”
Hay otros aspectos más curiosos en cuanto a la imposición de este y
otros impuestos, como es saber que el “listo”,
el cerebro que traza todos ellos, es precisamente el “jefe” de la oposición, Juan Manuel García Agúndez, concejal del
grupo popular que preside la Comisión Municipal de Hacienda. No es que queramos
decir que esto lo hace él solo, porque los demás también aprueban, pero sí que
el estudio, al que pudiéramos llamar técnico, es más bien obra suya, con lo que
la gente comienza a decir: “¡Anda, que si
llega a salir alcalde nos arregla!”
Sorpresas de este tipo se vienen dando en otros muchos de nuestros
ayuntamientos, como en el de Plasencia, donde también se aprobó el recargo,
pero con el voto en contra del grupo socialista, que al menos se abstuvo. ¿Fue
esto, como el caso de Cáceres, una estrategia socialista para que no se les
señale a ellos como “los malos”?; no
podremos saberlo nunca.
Precisamente, García Agúndez, cuando se discutía la imposición o no
del impuesto, manifestó que lo importante de aprobarlo era por elegir esta
nueva vía impositiva y más bien de una forma simbólica, aunque ese simbolismo
nos va a costar a todos los cacereños algo así como 22 millones de pesetas, que
es lo que supone el uno por ciento que se aplicará, como a Plasencia, le va a
costar unos seis o siete millones. Uno piensa que, si de simbolismos se
trataba, podía haberse impuesto un tanto por ciento menor que nos hubiera dado
menos al bolsillo.
No sabemos la situación de los impuestos en Badajoz, pero al menos
aquí, cuando hacía unos días que habían subido todos los impuestos y tasas,
creemos que existían las mismas razones que allí para haber tomado una decisión
valiente y positiva.
Diario HOY, 3 de enero de 1984
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