No quisiera ofender a nadie con lo que voy a decir, y menos aún a “Enrique el Cojo”, al que se acaba de
nombrar “hijo predilecto de Cáceres”,
aunque aquí pocos le conocen y aunque su vida cacereña fuera sólo de cinco
años, desde su nacimiento hasta alcanzar esa edad preescolar, con la que se
marchó de aquí, para formarse en otros sitios y en otras disciplinas ajenas a
lo cacereño, como el baile y el cante “jondo”,
propio de Andalucía, en el que triunfó plenamente —según dicen los entendidos,
porque tampoco es popular aquí ese folklore— convirtiéndose en un personaje mundial
de la especialidad.
¿Cuáles son los méritos para el ahijamiento predilecto?. Según nos
informan los concejales promotores de la causa: “el que nunca negó que era de Cáceres, aunque estaba en la cumbre de su
arte”.
Confieso que, cuando yo oí esta afirmación como mérito, se me vino a
las mientes la pregunta: “¿Pero tan malo
es confesar que se es de Cáceres, cuando se triunfa?”, y me sentí como debían
sentirse los judíos ante los nazis. Bien es verdad, que el concejal proponente
es un cacereño bisoño y adoptivo, como Marcelino Cardalliaguet, al que debe
costarle confesar que es cacereño, porque no lo es, aunque sea concejal, y
porque no ha nacido aquí, y esto de que un “personajón”
del cante grande —del que debe entender— confesara que era de Cáceres sin
reparos, debió salirle de ojo.
Lo demás se explica: era socialista y el partido debería apoyarlo y
siempre se unen los corifeos de buena fe, que lo aplauden todo.
No estoy en contra de lo de “Enrique
el Cojo”, aunque lo parezca y, hasta puedo afirmar que me alegro de ello,
pero veo un peligro en el nombramiento, cual es que iguales méritos, o mayores,
van a tener otros muchos cacereños, aún con más tiempo vivido en Cáceres que
él, para solicitar el nombramiento, como por ejemplo, por citar uno, Antonio el
Vivas, que hasta se ha puesto Sánchez Cáceres en el apellido, por llevar el de
su ciudad y anda por esas plazas de América… y otros muchos, que ahora no se me
ocurren.
Pero, aparte de ese peligro del precedente, veo yo un olvido de lo que
pudiéramos llamar el orden jerárquico de servicios y vinculación continuada a
la ciudad y creo que, antes que a Enrique, y sin negarle el título, Cáceres
tiene una deuda con el Maestro Solano, Juan Solano, alumno de la mejor
folklorista cacereña, Angelita Capdevielle, formado aquí y que ha paseado y
sigue paseando, no sólo el folklore andaluz y la canción popular, sino temas
cacereños extremeños, por toda España… Pero esto, Marcelino lo desconoce y el
resto no están muy aclarados en el tema.
Y una matización última: por aquello del dicho: “de lo que lleva el viento, da sin tiento”, no estoy en contra del
nombramiento de Enrique, al que felicito por el mismo.
Diario HOY, 19 de enero de 1984
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