Según me han contado quien lo conoció, en Madrid, donde sin duda
tienen ingenio para montar estas cosas, hubo antiguamente un establecimiento
llamado “Café de la Confianza”, cuyas
tazas de aluminio estaban sujetas a las mesas mediante un tornillo, y las
cucharillas tenían una cadena para que nadie pudiera llevárselas.
El café, bien solo o ya con leche, se servía en una especie de grandes
jeringas, pidiendo inmediatamente el pago del mismo y, caso de negarse el
cliente a abonarlo, se entraba la jeringa en la taza y volvía a recuperarse el
líquido servido.
Esto tuvo un gran éxito y, aunque solo fuera por la novedad, el que se
instaló el invento se forró de ganar dinero, porque la gente supo encajar la
broma.
Pues bien, dicho esto, y a la vista de algunas declaraciones que en
tiempos me hizo mi buen amigo Víctor Gerardo García Camino, bibliotecario de
Cáceres, los robos de ejemplares en las bibliotecas son tan corrientes que
hasta se destina un fondo para repararlos y se cuenta con los mismos. Lo que
pasa es que en estos lugares suele haber libros agotados, raros ya de adquirir,
que no hay forma de sustituirlos tras de ser robados.
Algo de esto dije no hace mucho, sobre el libro “Ayuntamiento y familias cacereñas”, de Publio Hurtado, del que
decía yo no existía un ejemplar en Cáceres, dando lugar a que algún particular
me dijera que él tenía uno. Bien, lo que yo quería decir es que de la biblioteca
había desaparecido el último ejemplar que quedaba precisamente por robo, como
han desaparecido otros muchos libros de historia local, agotados ya, que
alguien sistemáticamente se lleva.
La cosa en Cáceres no debe ser práctica nueva, y los archivos municipales,
de tiempo inmemorial, del que han ido desapareciendo documentos, muchas veces
catalogados. Tan no es nuevo esto, que el 6 de diciembre de 1793, el Nuncio de Su Santidad, por una
paulina, disponía que “cuantas personas
hubiesen sustraído documentos del Archivo Municipal de Cáceres los restituyeran
a este, bajo pena de excomunión”.
Yo no sé si los restituyeron muchos desde entonces, y tampoco si
automáticamente quedaron excomulgaos, pero lo que sí es cierto es que siguiendo
viejos catálogos, muchos de ellos faltan.
Quizá si se les hubiera puesto una cadena…
Diario HOY, 17 de noviembre de 1983
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