lunes, 16 de octubre de 2017

El robo de libros y documentos


Según me han contado quien lo conoció, en Madrid, donde sin duda tienen ingenio para montar estas cosas, hubo antiguamente un establecimiento llamado “Café de la Confianza”, cuyas tazas de aluminio estaban sujetas a las mesas mediante un tornillo, y las cucharillas tenían una cadena para que nadie pudiera llevárselas.
El café, bien solo o ya con leche, se servía en una especie de grandes jeringas, pidiendo inmediatamente el pago del mismo y, caso de negarse el cliente a abonarlo, se entraba la jeringa en la taza y volvía a recuperarse el líquido servido.
Esto tuvo un gran éxito y, aunque solo fuera por la novedad, el que se instaló el invento se forró de ganar dinero, porque la gente supo encajar la broma.
Pues bien, dicho esto, y a la vista de algunas declaraciones que en tiempos me hizo mi buen amigo Víctor Gerardo García Camino, bibliotecario de Cáceres, los robos de ejemplares en las bibliotecas son tan corrientes que hasta se destina un fondo para repararlos y se cuenta con los mismos. Lo que pasa es que en estos lugares suele haber libros agotados, raros ya de adquirir, que no hay forma de sustituirlos tras de ser robados.
Algo de esto dije no hace mucho, sobre el libro “Ayuntamiento y familias cacereñas”, de Publio Hurtado, del que decía yo no existía un ejemplar en Cáceres, dando lugar a que algún particular me dijera que él tenía uno. Bien, lo que yo quería decir es que de la biblioteca había desaparecido el último ejemplar que quedaba precisamente por robo, como han desaparecido otros muchos libros de historia local, agotados ya, que alguien sistemáticamente se lleva.
La cosa en Cáceres no debe ser práctica nueva, y los archivos municipales, de tiempo inmemorial, del que han ido desapareciendo documentos, muchas veces catalogados. Tan no es nuevo esto, que el 6 de diciembre  de 1793, el Nuncio de Su Santidad, por una paulina, disponía que “cuantas personas hubiesen sustraído documentos del Archivo Municipal de Cáceres los restituyeran a este, bajo pena de excomunión”.
Yo no sé si los restituyeron muchos desde entonces, y tampoco si automáticamente quedaron excomulgaos, pero lo que sí es cierto es que siguiendo viejos catálogos, muchos de ellos faltan.
Quizá si se les hubiera puesto una cadena…
Diario HOY, 17 de noviembre de 1983

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