Recuerdo yo que, hace ya muchos ayuntamientos —diría mejor muchas
corporaciones—, hubo un concejal llamado Tiburcio, cuyo apellido no logré
aprenderme nunca —ni hacía falta—, de profesión carpintero, que una de las
gestiones en las que se empeñó fue en que se pusiera una tragante más capaz en
su calle, porque cada vez que llovía se inundaba la carpintería en que
trabajaba. La Corporación aprobó la proposición de Tiburcio y la declaró de
urgencia, pero pasaron los años y aquel acuerdo no se cumplía, aunque el amigo
Tiburcio, en cada uno de los plenos de sus cuatro años de mandato, volvía a
recordarlo siempre y, siempre, se le decía que lo tenían en estudio los
servicios técnicos. No quiero decir que Tiburcio no hiciera otras gestiones con
más fortuna, pero en ésta insistió durante sus años de concejal, y cuando
estaba a punto de dejar de serlo, en el discurso de despedida, manifestó que se
iba con el dolor de no haber conseguido la dichosa tragante, por lo que los
compañeros que se quedaban —en su honor— volvieron a declararlo de urgencia,
quedándose todos tan conformes y la tragante sin hacer.
Ocurría esto durante la llamada dictadura del franquismo, pero ahora,
en muchos acuerdos del Ayuntamiento sigue sucediendo igual: se aprueban, se
declaran de urgencia y se archivan o se traspapelan, sin que nadie se ocupe de
que se ejecuten. Este sentido han tenido algunas de las mociones presentadas en
el último pleno por la oposición y hemos de esperar que a la oposición no acabe
sucediéndoles lo que a Tiburcio. Lo de los residuos sólidos, los de la Plaza de
Toros, lo del aparcamiento de la Plaza Mayor, fueron mociones aprobadas en su
día —ya en ayuntamientos democráticos—, olvidadas y puestas de nuevo ahora
sobre el tapete. Esperemos a ver si ahora, tras la nueva aprobación, se
consigue ejecutarlas, porque si no los acuerdos del pleno municipal se están
reduciendo a lo que aquel sastre que tomaba medidas y decía a su ayudante:
“¡Apunta, nene, tanto de manga tanto de sisa…!”, y tras la toma del apunte el
traje no acababa de hacerlo nunca.
Diario HOY, 14 de diciembre de 1983
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