Durante estas fiestas de Navidad y año nuevo, al menos en Cáceres, y
aun en los pueblos cacereños —aunque cada vez más escasamente— se suelen
recordar viejos romances que, a mi juicio, tienen siglos de tradición oral y,
aunque han sufrido transformaciones a lo largo de ellos, pueden identificarse
con los más antiguos, que debieron partir de los hechos de armas de la
reconquista.
Cierto que el pueblo los canta sin saber nada de esto, que son
complicaciones que se buscan los intelectuales, pero ahí están esperando que
alguien venga a rescatarlos para que no acaben desapareciendo.
Es encomiable que grupos como “Los
Jarchas”, de Huelva, o como “Manantial”,
de Cáceres hayan recogido algo de esto —aunque no sean exactamente las
canciones a que me refiero— ofreciendo versiones actualizadas que, al menos,
quedan como “restauradas” para vivir
algún siglo más.
Volviendo a los de Cáceres, diré que he tenido la dicha de oír cantar
a personas ancianas, durante estas fiestas, algunos de estos viejos romances
que se cantaban en Cáceres de muy antiguo, y aunque con las lagunas propias de
la memoria de estos ancianos, de más de ochenta años, me han parecido piezas
dignas de ser recogidas por alguien entendido en la materia.
Entre ellos, hay uno muy popular que todavía canta la gente más joven,
y que tiene esas reminiscencias medievales. Me refiero al que comienza: “¡Ay que castillos, ay qué murallas, no puedo
menos que atravesarlas, y si la paso y no la atravieso, en el castillo me quedo
preso…”
Pero entre todos, se conserva aún una versión cacereña del que se
conoce por “La Moralinda”, al que
hacen referencia, como muy raro, los autores Menéndez Pelayo y Menéndez Pidal
en “Flor de romances”. Dicen ellos
(que yo de esto sé más bien poco), que se trata de un rarísimo romance de
origen asturiano, del que no hay otra versión parecida. Pues bien, en 1935, el
investigador cacereño Tomás Martín Gil demostró que había otra versión de este
romance —más bonita aún que la citada— recogida en Villanueva de la Serena, y
además, que el “Cancionero popular de
Extremadura” recogía otras versiones parecidas de Badajoz, Alcuéscar,
Santiago de Carbajo, Villanueva, Almendral y Campanario.
Bien, a esas uno yo la que he escuchado en Cáceres capital, y en más
de una ocasión. Comienza de este modo:
“Al salir de los torneos,
entrando en la morería
hallé una mora lavando
al pie de una fuentecilla…”
No voy a recoger todo el romance, sino decir que su argumento es el
mismo que el de los otros citados: un caballero que se trae a una cautiva, a
sus tierras “de los montes de Oliva”,
y que luego resulta ser una hermana suya cautivada por los moros hace siete
años.
La idea queda ahí, como entretenimiento para los más, durante estas
fiestas, y como estímulo para los que, con más conocimientos, pudieran
investigar sobre ello.
Diario HOY, 31 de diciembre de 1983
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