Recuerdo yo que, al ras de la guerra civil, cuando los ánimos estaban
exacerbados por la contienda y las dos Españas divididas y en guerra, la
familia Floriano tenían un precioso mono que atendía al nombre de “Pepe” y que
hacía las delicias de los niños de aquel entonces, que nos acercábamos a verlo
a una huerta próxima a la Fuente de Concejo, donde el animalito solía estar
sujeto a una cadena, y le regalábamos con caramelos y golosinas que el mono
agradecía dejándose acariciar y haciendo las lógicas monerías, que nos
entusiasmaban. Otras veces le subían a la Montaña, montado en un borriquillo y
su docilidad era también objeto de atención de los niños. Lo que no aguantaba
el mono era que le llamara “rojo”.
Solo decirle: “¡Pepe, rojo!”, era
suficiente para que se pusiera fuera de sí y tratara de morder al que se
acercaba. Ni que decir tiene que, sólo por ver al mono enfadado y tirando de la
cadena, lo de llamarle “rojo” estaba
a la orden del día. Yo no sé quién le habría enseñado a enfadarse por el dicho,
pero reconozco que eran tiempos lógicos, para mentalizar a cualquier animal en
el odio que media España tenía a la otra media.
Lo que es menos lógico es que ahora, en época de la reconciliación y
en la que en España no hay vencedores ni vencidos —al menos teóricamente— haya
por ahí otro mono que se enfada por todo lo contrario, por llamarle: “fascista” o “fachas”. Estoy seguro que de vivir “Pepe”, el mono de los Floriano, ya hubiera pasado este trauma y no
se enfadaría porque le dijeran una cosa u otra.
Lo extraño es que ahora, en reconciliación y democracia, algunos
humanos sigamos tan traumatizados como para enseñar a los animalitos a
enfadarse por llamarlos de un modo u otro, utilizando como arma arrojadiza
—totalmente extemporánea— lo de “rojo”
o “fascista” y que haya partidos y
personas que aún no hayan aprendido que en la España actual y democrática caben
todos los credos o ideales, sin que unos se enfaden con otros y, el mentalizar
a las personas en esa lucha, es utilizarlas como a monos sin mentalidad propia.
Para finalizar esta “ventana”,
y cambiando de tema, acuso recibo de la carta abierta que a una de ellas dirige
el presidente de la Diputación, Manuel Veiga. Si ustedes la han leído, habrán
podido calificarla.
Diario HOY, 18 de enero de 1984
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