Eso que el pueblo nombra “la
llamada de la sangre”, que tanto salía a relucir en los antiguos novelones,
por el que una persona se sentía inclinada hacia otra por unos vínculos
familiares que desconocía, creo yo que existe entre las naciones, la ciudades y
los pueblos, porque debe existir una soterrada “memoria generacional” que adivina unas relaciones que existieron,
aunque las desconozca en detalle, históricamente. Creo que esto pasa con España
y los pueblos de Hispanoamérica y seguirá pasando aunque borráramos la historia
común y vínculos que nos unieron. El pueblo, a nivel de gente de a pie, siente
una inclinación —“una llamada de la
sangre”— hacia lo que fueron sus raíces aun sin tener unos conocimientos de
la historia pasada. Hay corrientes de amor y afecto que no hace falta explicar,
pero están ahí.
Eso existe entre naciones, pero también a niveles más bajos, a niveles
de ciudades y pueblos, y a veces no se sabe por qué sienten una simpatía unos
con otros, o bien lo contrario, antipatías, que tampoco se explican. Pero una
cosa y otra, si se bucea en los antiguos vínculos, suelen tener un origen
explicable.
Descendiendo ya al ejemplo, habría que explicar por qué existe una
simpatía de este tipo entre Cáceres y Mérida, simpatía y tolerancia que ha
existido siempre, aun con avatares históricos distintos y aun estando estas dos
ciudades enclavadas hoy, administrativamente, en provincias distintas. Porque
hay que reconocer que un emeritense “cae”
bien en Cáceres y un cacereño suele “caer”
bien en Mérida, No quiero hablar del presente, como es el apoyo de Cáceres a la
capitalidad en Mérida, porque la cosa viene, a mi juicio, de mucho más antiguo,
aunque ambos pueblos a nivel del hombre
de la calle desconozcan las vinculaciones históricas con detalles, pero la
memoria generacional las adivina.
Creo yo que todo ello parte porque la fundación de Mérida se hizo de
antiguo, según consta en documentos, con “los
soldados eméritos de Norba”, aquellos soldados romanos veteranos (eméritos)
que existían ya en la antigua colonia Norba (Cáceres), a los que se les
repartieron nuevas y más ricas tierras al lado del Guadiana, ya que las de aquí
eran bastante más pobres.
Este vínculo histórico soterrado —y aun olvidado— debió seguir con los
siglos, y en los primeros tiempos del cristianismo vuelven a afianzarse con el
martirio de Eulalia, emeritense y cacereña, porque vivía en las inmediaciones
de Cáceres, en el pago Pociano, y ello vuelve a unir a las dos ciudades en la
devoción a la santa, aunque allí se la llame Eulalia y aquí Olalla. Después
debieron continuar con unos vínculos geográficos, como era la llamada “ruta de la Plata”, que unió por siglos
lo que fue capital de la Lusitania con las tierras cacereñas dependientes de
ella, estableciendo unas corrientes en ambos sentidos, etc., etc.
Puede que la explicación algunos no la consideren correcta, pero yo me
lo explico así, y así se lo cuento, aunque les parezca un novelón.
Diario HOY, 26 de enero de 1984
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.