
Ahora, una especie de cofradía en la que forman los que mantenían la
tradición, es la que organiza, con el párroco de San Blas —a donde pertenece la
ermita— las actuales fiestas, pero aún sin cofradía y sólo por la devoción del
vecindario de las calles próximas, esta tradición, con más o menos esplendor,
no llegó a desaparecer nunca, como tampoco llegó a desaparecer la de San Blas,
aunque desaparecieron otras muchas romerías cacereñas que parecía, en su
tiempo, que tenían más arraigo.

Yo he relacionado todo esto con lo que pudiéramos llamar el comienzo
de las fiestas de carnaval, que quiérase o no, marcaban estas dos romerías: la
de los Mártires, como anuncio del mismo, y la de San Blas, como entrada de él.
A mi modo de ver, era una especie de adiós al invierno, al mal tiempo, y un
saludo a la próxima primavera, aunque todo ello —como era lógico— envuelto en
un tinte de religiosidad muy acorde con aquellos tiempos.
De un modo u otro, el hecho es que esta romería continúa y que el
Cáceres tradicional continúa prestándole su atención, que es lo que importa.
Diario HOY, 22 de enero de 1984
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