Un sobrino mío, que cuenta seis años, jugaba con otros niños de su
edad, a no sé qué juego, y cuando un hermano suyo, cuya edad es de diez años,
intentó intervenir en el juego, entre todos ellos le pusieron verde llamándole:
“carroza”, “retablo”, “obsoleto” y “antiguo”, por que para ellos, desde sus
seis años, le veían como una persona mayor que no estaba para juegos de esa
clase. Ni que decir tiene que, aunque el caso me hizo mucha gracia, llegué a
pensar qué dirían de mí, con muchos más años que los de todos ellos juntos.
Digo esto, porque lo de las edades es relativo, habría para montar sobre ellas
otra teoría de la relatividad como la que montó Einstein en lo referente a la
física, y porque un gran amigo mío, llamado José, ha sido atropellado por un
coche y está molesto —yo diría que levemente molesto— porque contando sólo con
63 años y estando en pleno ejercicio profesional, en la noticia de prensa el
suceso salió titulado: “Anciano
atropellado por un vehículo”. El amigo Pepe que, afortunadamente ya está
recuperándose de sus lesiones, dice que él no se siente anciano y que el
titular ha sido un poco la rechifla y la broma de otros amigos suyos, jubilados
ya y con más edad que él, que tampoco se sienten tales ancianos. Tiene razón, y
posiblemente el que así tituló era persona muy joven para la que 63 años son
realmente una ancianidad, porque en esta vida todo es relativo y porque habría
que revisar el concepto de ancianidad y poner un tope a cuándo comienza esa “tercera edad” de la que tanto hablamos.
No debemos olvidar que el mundo, en lo occidental y en lo oriental, lo
dirigen dos “personas mayores”:
Chernienko, por Rusia, que cuenta ya 73 años, y Reagan, por Norteamérica, que
ha pasado ya de esa edad, y posiblemente a ambos no les agrada que les llamen
ancianos, y si no se los llaman a ellos, mucho menos se le puede llamar al Pepe
de mi historia que, comparado con los dos dirigentes mundiales, es un verdadero
joven de 63 años.
Es más, si profundizamos en este concepto, tendríamos que decir que en
comparación con los dirigentes del mundo, todos ellos maduritos, nuestros
dirigentes españoles son unos bisoños y que España, también en esto, es
diferente.
Más podríamos decir sobre el tema, como es que en el lapidario romano,
solía llamarse ancianos a los hombres de más de cuarenta años, porque la vida
media del hombre entonces era corta al ir aumentando —como afortunadamente
suceda ahora— la ancianidad debe comenzar mucho más tarde.
Tampoco es lícito presumir sólo del concepto juventud, porque es un
concepto que borran los años, si no se encuentra pronto la “fuente de juventud”, y cuando menos se
espera uno se encuentra fuera de ella y desgraciado del que no pueda contarlo.
Amigo Pepe, a recuperarse y a estar tranquilo, porque en esta vida todo es
relativo y en esa relatividad no hay nunca intencionalidad de ofensa.
Diario HOY, 15 de febrero de 1984
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