domingo, 15 de octubre de 2017

Entrega del “Pepe de barro”


Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, pero pienso yo que lo último que debemos perder, si queremos ser equilibrados, es el humor, o el miedo, que muchas veces va unido al mismo. Se cuenta que a Muñoz Seca, cuando en la guerra le robaron todo, para después “pasearlo”, le dijo a sus verdugos: “Hay algo que no podéis quitarme… y ese algo es el miedo.” Con lo que mantuvo el tipo del humor hasta el último momento.
Pues bien, dicho esto, pienso yo que los españoles vamos perdiendo el humor, con lo que vamos perdiendo nuestra más prístina personalidad que podría reflejarse en el dicho: “Al mal tiempo, buena cara.”
Hay demasiado encargado de amargarnos la existencia a todos los niveles y el peor síntoma es que vamos perdiendo el estribo del humor, que ha sido en otras ocasiones el verdadero “defensor del pueblo” —dicho sea sin ánimo de comparanza.
Esto pasa también en los más pequeños niveles de aguante, como pueden ser algunos espacios que hemos de soportar de la monopolística y única televisión española que tenemos que, queramos o no, es la contertulia de cada hogar diariamente sin que, por inercia, nos atrevamos a dar una vuelta al conmutador y apagarla, aunque ya viene sucediendo entre las almas fuertes.
Por no hablar de espacios dirigidos a mentalizaciones políticas o de otro tipo, vamos a hablar de un espacio simplemente imbécil, sin pies ni cabeza, pedestre y sin gracia alguna que creo nos chincha a todos, o casi todos, como es el serial de los jueves llamados “Lecciones de tocador”, que es la negación de lo que debe ser un serial televisivo. Este se lleva la palma de la estulticia y uno no se explica como lo siguen programando, cuando la propia televisión consigue otros seriales dignos como puede ser el de “Anillos de oro”. Esto merece un premio o un antipremio y así como suele darse el “Oscar” para lo bueno, yo me he sacado de la manga un antipremio al que llamo: “El Pepe de barro”, que vendrá a premiar lo infame sin posibilidad de mejora alguna, señalando la falta de valores en todos los sentidos, y que por sus propios méritos he decidido entregar a esas “Lecciones de tocador” que llevarían mejor nombre si se les pusiera: “Lecciones de estulticia”… Permítanme ustedes este desahogo.
Diario HOY, 14 de noviembre de 1983

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