Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, pero pienso yo que
lo último que debemos perder, si queremos ser equilibrados, es el humor, o el
miedo, que muchas veces va unido al mismo. Se cuenta que a Muñoz Seca, cuando
en la guerra le robaron todo, para después “pasearlo”,
le dijo a sus verdugos: “Hay algo que no
podéis quitarme… y ese algo es el miedo.” Con lo que mantuvo el tipo del
humor hasta el último momento.
Pues bien, dicho esto, pienso yo que los españoles vamos perdiendo el
humor, con lo que vamos perdiendo nuestra más prístina personalidad que podría
reflejarse en el dicho: “Al mal tiempo,
buena cara.”
Hay demasiado encargado de amargarnos la existencia a todos los
niveles y el peor síntoma es que vamos perdiendo el estribo del humor, que ha
sido en otras ocasiones el verdadero “defensor
del pueblo” —dicho sea sin ánimo de comparanza.
Esto pasa también en los más pequeños niveles de aguante, como pueden
ser algunos espacios que hemos de soportar de la monopolística y única
televisión española que tenemos que, queramos o no, es la contertulia de cada
hogar diariamente sin que, por inercia, nos atrevamos a dar una vuelta al
conmutador y apagarla, aunque ya viene sucediendo entre las almas fuertes.
Por no hablar de espacios dirigidos a mentalizaciones políticas o de
otro tipo, vamos a hablar de un espacio simplemente imbécil, sin pies ni cabeza,
pedestre y sin gracia alguna que creo nos chincha a todos, o casi todos, como
es el serial de los jueves llamados “Lecciones
de tocador”, que es la negación de lo que debe ser un serial televisivo.
Este se lleva la palma de la estulticia y uno no se explica como lo siguen
programando, cuando la propia televisión consigue otros seriales dignos como
puede ser el de “Anillos de oro”.
Esto merece un premio o un antipremio y así como suele darse el “Oscar” para lo
bueno, yo me he sacado de la manga un antipremio al que llamo: “El Pepe de barro”, que vendrá a premiar
lo infame sin posibilidad de mejora alguna, señalando la falta de valores en
todos los sentidos, y que por sus propios méritos he decidido entregar a esas “Lecciones de tocador” que llevarían
mejor nombre si se les pusiera: “Lecciones
de estulticia”… Permítanme ustedes este desahogo.
Diario HOY, 14 de noviembre de 1983
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