Esto de andar a codazos entre los políticos, nada más que hay un
personaje importante ante el que “fardar”,
es una constante de todos los tiempos. La venida del vicepresidente del
Gobierno, Alfonso Guerra, a Cáceres ayer, me recordaba otros tiempos con otras
políticas y otros personajes, en los que sucedía lo mismo, aunque las políticas
fueran distintas.
Uno ha vivido aquellos tiempos y estos, y la constante es igual, aunque
varíen los personajes de la escena.
Me recordaba la venida de Guerra, aquellas otras de los ministros
secretarios generales del Movimiento, como el mismo Solís —que vino varias
veces—, en las que los políticos de turno de entonces luchaban por estar a su
lado, fotografiarse con él, sonreírle, hacerse notar haciéndole “gracias”, pronunciar la frase ingeniosa,
etc., etc. porque variaron las políticas, pero no variamos los hombres, y tras
todo ello hay un deseo infantil de “estar
con el que manda”, presumir de su amistad y , posiblemente —no lo sé—,
buscar alguna prebenda que, a mi modo de ver, raras veces se consigue de esta
forma.
Pero ello sucede también a otros niveles, por ejemplo cuando los
gobernadores —sean también del color que sean— visitan las localidades menores
donde también los políticos locales tienen su lucha de codos para estar con el
mando, fotografiarse con él, etc., etc.
Lo que dudo más es si las prebendas y “las confianzas” llegan por este sistema, porque pienso que “el mando de turno” lo que hace es
padecerles, sin fijarse en nadie por la abundancia de “empujadores” que se juntan.
Las que sucedían aquí con las visitas de Franco eran más ordenadas,
aunque registraban el mismo fenómeno. Es más, puede que alguna fuera fructífera
para algún político de entonces, pero esto lo digo sólo por rumores y sin
saberlo ciertamente. En una de ellas se decía que por la buena impresión que le
causó al Caudillo, un discurso del alcalde de aquel entonces, le dio a
continuación un gobierno civil, pero estas son rarezas que no suelen suceder ni
es posible demostrarlas, tras de haber pasado tanto tiempo, son aguas pasadas
con las que no muele molino, pero hay una constante de comportamiento en todos
los políticos que no acabará de pasar, por muchas vueltas que den el mundo y la
propia política.
Diario HOY, 17 de marzo de 1984
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