En cuanto al asunto de las felicitaciones yo veo ahora la Navidad
mucho más lógica que lo fue hace unos años. Recuerdo que, por la década de los
sesenta, tanto a nivel particular como a nivel de entidades y corporaciones las
felicitaciones de Navidad y año nuevo eran un verdadero agobio, pero era una
práctica social que había que hacer necesariamente. Se daba el caso de que en
las entidades y empresas se destinaba a un funcionario a contestar la felicitaciones
y a enviar otras a una larga lista de clientes y “amigos” de dicha empresa; lo mismo pasaba en los organismos
oficiales y lo mismo solía pasar a nivel particular. Sucedía que aquello se
convirtió en rutina, porque la felicitación enviada por el presidente de un
organismo, ni la conocía el propio presidente ni sabía a quién se le había
cursado.
También era rutina en los niveles personales o particulares, porque se
llegaba a utilizar una tarjeta impresa en la que solía decirse: “Fulano de tal, felicita a usted las pascuas
y el año” y lo único que suponía un esfuerzo era el rellenado de los sobre
con las señas del destinatario, lo demás era impersonal y rutinario, pero la
avalancha de felicitaciones que se recibían y se enviaban era de tal magnitud que
los propios servicios de Correos de entonces acababan pidiendo que las felicitaciones
de este tipo comenzaran a mandarse en mayo, o poco menos, porque si no no
garantizaban el que llegaran a tiempo. Todo esto era demencial, porque de hecho
se cargaba el espíritu íntimo de una felicitación y de unas fechas en las que,
por encima de todo, debería ponerse el afecto del amor al prójimo en un
contacto más personal que el de un impreso.
Afortunadamente esta moda ha pasado, o está pasando, y ha entrado en
unos cauces más lógicos y sinceros de lo que fuera en el pasado. Por ejemplo
ahora, una forma de solventar esta obligación —que no debe nunca ser obligada—
es el teléfono que imprime un contacto más personal a la felicitación, aunque
también es cierto que en las propias fecha de Navidad y año las líneas se
saturan, por lo que tiene el peligro también de convertirse en rutina.
En definitiva, vistas así las cosas yo pienso saltarme las rutinas a
la torera y decirles simplemente, desde estas líneas: Dénse todos por
felicitados.
Diario HOY, 17 de diciembre de 1983
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