Ya sé que la vida no es una película del oeste americano en la que
claramente se ve quiénes son los buenos y quiénes lo malos y cómo los primeros
tendrán que acabar triunfando de los segundos. La vida es, desde luego, otra
cosa, pero la inversión de estos valores viene asombrando a mucha gente y ello
es tema de conversación del ciudadano medio, el de a pie, como usted y como yo
que, como suele decirse, no sabemos a qué carta quedarnos y nos asombra lo que
ahora viene ocurriendo en nuestro entorno y en nuestra propia nación. Ello es
tema de conversación en Cáceres y por ello lo abordamos.
No hace mucho, esta línea divisoria solía estar entre los que cumplen
la ley, que acepta la sociedad, y los que están al margen de ella. Entre los
encargados de guardarla y los que se la saltan, sin respeto a la vida y hacienda
de los demás que son esenciales aceptar para la convivencia.
Hoy día, con ese asombro lógico, que en alguna parte de nuestro
territorio nacional para algunos, los “buenos”
son los que antes considerábamos “malos”
y los “malos” los que no hace mucho considerábamos
“buenos”. Como habrán adivinado me
estoy refiriendo al atentado sufrido por el terrorista “Txapete”, con un largo historial delictivo a sus espaldas, a manos
de otros terroristas, y a la que en el País Vasco se ha armado en defensa de
ese Barrabás, que fue “Txapela” en
vida, sin que yo quiera decir que los que lo han matado son ángeles del Señor.
Terroristas con unos y otros, y condenables son los crímenes de “Txapela”, como condenable es el crimen
que con él se ha cometido, porque la vida del hombre —aún del más perverso—
debe ser sagrada, pero asombra el que haya personas que se manifiesten en
defensa del terrorismo y del crimen, si es que en realidad todo esto es una lacra
que tenemos que desterrar de nuestro país.
Yo no sé si es que, por eso de los ciclos, volvemos a vivir el momento
en el que la masa pide se dé libertad a Barrabás y se condene a Jesús, pero lo
parece.
Diario HOY, 4 de enero de 1984
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