
Me complace todo esto, pero estoy tremendamente intrigado por saber
qué es eso de “jardín romántico”,
porque el nombre es francamente bonito, y porque ya es hora de que los grupos
políticos se preocupen un poco del romanticismo y no sólo de las cosas de tejas
abajo. Suena bien esto de jardín romántico, pero no acabo de averiguar qué es
lo que nuestros políticos, paridores de la idea y de la designación, entienden
por romanticismo. ¿Será que se va a obligar a los poetas a montar cátedra en el
mencionado jardín?, ¿será que se van a poner allí los bustos de nuestros
poetas?, ¿será que se va a apropiar aquello para que las parejas se arrullen?,
no lo sé, ni nadie me lo aclara.
Echando un poco la imaginación a volar, uno piensa en una inauguración
de aquel jardín romántico, en la que nuestro alcalde y nuestro presidente de la
Diputación, coronados de laurel y vistiendo clámides, encabezarían una
procesión cívica, al son del sistro, la lira y el tambor, en la que figuraran,
llevando todos el ritmo a estilo griego, los concejales y los diputados
provinciales, coronados de pámpanos y seguidos de canéforas con cestos de
flores a la cabeza. Puede que no nos remontemos a tan antiguos tiempos y todo
se quede en una inauguración a sonetazo limpio en la que unos y otros se hablarán
al menos en prosa poética para la que propongo como estribillo la siguiente
cuarteta:
“Arreglemos los problemas
de nuestra gran población
y cantemos, por las buenas,
con romántica ilusión”.
No es muy bueno, pero podría valer.
Diario HOY, 13 de diciembre de 1983
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