Yo no sé cómo hay gentes que se dedican aún a estas cosas, pero las
hay y no tiene uno más remedio que aguantarlo. Me refiero a esas cartas que, de
vez en cuando, recibes por correo, de forma anónima, en las que viene lo que
solemos llamar “la cadena”.
Se trata de una carta en la que, el desocupado de turno, te dice que
tienes que repetir para otras muchas personas, copiándola igual o haciendo fotocopia
de ella, la misma carta, que tiene que continuar la cadena y que caso de
romperla te pueden llover desgracias, con las que de forma velada te amenaza.
La última que he recibido tiene la originalidad de llevar una peseta “rubia” dentro, que la señala como la
moneda de la suerte que te envían para que te quede con ella, teniendo tú que
repetir la carta nueve veces y enviarla a otras tantas personas, adjuntando en
cada una de ellas una peseta de tu propio bolsillo.
“A Juan —dice como ejemplo— que se tomó la cosa a “pitorreo” le echaron
de su cargo; a Luisa, que también rompió la cadena y tiró la carta al cesto de
los papeles, se le quemó la cocina y estuvo a punto de quedar achicharrada en
la casa. Sin embargo, a Pedro, que puntualmente hizo las copias y las envió, le
felicitaron sus jefes y hasta le aumentaron el sueldo; Enrique, que hizo las
copias pero se le olvidó echarlas a correos, se le llevó el coche la grúa, pero
acordándose de las cartas las remitió y se encontró con la sorpresa de que los
de la grúa le devolvieron el coche, le pidieron perdón, y hasta la tocó la
lotería…” En fin, como ven, bobadas a las que no hay que hacer caso porque
son pura superstición en la que no hay que creer, que indignan a personas
medianamente sensatas.
Pero yo voy a remitir las cartas, por si acaso, y porque además, yo no
soy una persona medianamente sensata.
Diario HOY, 10 de diciembre de 1983
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.