(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
Me lo sugirió un reportaje que vi en televisión sobre las tertulias
literarias madrileñas. No voy a hablar de él sino, salvando las diferencias,
hacer un poco de historia de alguna que hubo en Cáceres que, si no llegó a
tener la trascendencia de aquéllas, al menos creó una serie de inquietudes
aquí, cuando no había universidad y casi ningún medio de difusión cultural más
idóneo.
Yo, como simple oyente, participé en alguna y pienso que para alguien
que pueda tratar más ampliamente el tema, puede ser oportuno el recordatorio.
No quisiera que esto se tornara como una añoranza del pasado, porque cada
tiempo tiene sus afanes y no se trata de resucitar lo viejo, sino de decir lo
que aquellas tertulias representaron en el Cáceres de los años cuarenta, cuando
estaban muchas cosas por hacer.
Mi vinculación más asidua fue a la tertulia literaria “Alcántara” que solía reunirse en el
desaparecido Café Toledo. Los promotores de la misma fueron poetas y escritores
cuya obra ha sido después trascendente. Entre ellos recuerdo a Pepe Canal,
desaparecido ya, Jesús Delgado Valhondo, que por aquel entonces pasaba largas
temporadas en Cáceres, Fernando Bravo, el Conde de Canilleros y los catedráticos
Agustín Bravo y Miguel Ángel Orti Belmonte, fallecidos ya los tres, y que
fueron con algún otro más, los promotores de la tertulia que presidió durante
muchos años el catedrático Orti Belmonte. En ella se fueron incardinando gentes
más jóvenes o bien que llegaron a Cáceres por aquel entonces, como el
bibliotecario Víctor Gerardo García Camino, el magnífico escritor e
investigador Carlos Callejo, el poeta Alfonso Albalá, muerto en plena juventud,
y esporádicamente Pedro de Lorenzo, los hermanos Caba, Sánchez Morales,
Gutiérrez Macías y otros muchos más entre los que no debo olvidar a los
periodistas Dionisio Acedo y Narciso Puig, que muchas veces fueron portavoces
de aquellas inquietudes.
De esta tertulia surgieron, entre otras muchas cosas: la revista
literaria Alcántara, toda la primera investigación de la Cueva de Maltravieso
que permitió después a Carlos Callejo especializarse en el tema; el encargo de
la estatua de San Pedro de Alcántara a Pérez Comendador —que alguna vez fue
también contertulio— que costeó la Diputación. En definitiva, cosas
importantes, que bien merecerían una más seria investigación sobre ella.
Diario HOY, 20 de noviembre de 1983
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